domingo, diciembre 21, 2008

TEATRO Y OLVIDO



1. Teatro y principio de realidad (El mito).

En la actualidad, la pregunta por la razón de ser del teatro tiene vigencia a pesar de que la gran mayoría de las producciones teatrales que se pueden ver hayan dado por sentada la respuesta: El teatro es entretenimiento y espectáculo. En las producciones teatrales de la actualidad parece darse por sentado que el público va al teatro a divertirse y que seguramente en ese divertimento busca olvidarse de sí. El olvido es vital para la condición humana y no hay nada más difícil que lograr tal estado, por ello en los tiempos modernos se ofrecen una variedad de formas de olvido de sí por medio del arte. Tal vez es cierto lo que dice Nietzsche respecto al hombre moderno, que depende siempre del pasado, que no sabe olvidar y que envidia al animal porque ignora lo que es el ayer y el hoy; el animal vive atado a la inmediatez del placer y del dolor por eso vive sin melancolía y sin hastío en contraposición al hombre. Para Nietzsche la verdadera fortaleza del hombre radica en su capacidad de desprenderse de su pasado por medio del olvido. Hay que tener en cuenta que aquí el olvido no es propiamente abandono de sí o alienación sino condición para la creación, por ello el punto de partida de este texto surge de la pregunta ¿es el olvido para el público que va al teatro un acto creador? O ¿es una forma de evasión de su propia verdad, a saber, su incapacidad de salir de una realidad dada (dominante)?

Podría decirse que para el público de hoy el olvido es una forma de evasión a juzgar por uno de los espectáculos teatrales que tienen más audiencia y acogida en la actualidad: el stand up comedy, el espectáculo de risas donde se ensalza lo cotidiano al punto de llevarlo al punto de lo ridículo, donde el espectador confirma que no está sólo ya que su drama personal es inocuo pues es común al de todo el mundo. Por ello el espectador sale de la sala reconciliado consigo mismo y dispuesto a repetirse en la vida cotidiana real que no es entretenimiento sino esfuerzo y trabajo. Para el espectador moderno la vida real tiene una recompensa que son esos momentos de entretenimiento, sin embargo no todos esos momentos son necesariamente rituales como ir al teatro, a la ópera etc.; la televisión provee las dosis necesarias de olvido necesarias para no sucumbir a su propia realidad. El público que pasa del televisor al teatro rara vez es activo frente a lo que pasa por sus sentidos a través del arte, no participa en la creación de la realidad que presencia, por el contrario su abstracción contribuye a perpetuar la realidad dominante. Por ello, para que el arte escénico despierte al espectador del alienante olvido y lo lleve al olvido creador es urgente que el teatro se pregunte por su razón de ser y esta razón se encuentra en el mito.

Pero en la actualidad ¿qué valor tiene el mito para nuestra existencia? O ¿Qué función cumple en nuestra sociedad? Pareciera que con el auge del conocimiento científico, con la primacía de la verdad de la ciencia sobre el arte y la filosofía, el mito no deja de ser otra cosa que una ficción o en palabras de Mercia Eliade “lo que no puede existir en la realidad”, esto es, lo que es mentira o ficción. Sin embargo, como lo han demostrado el arte y la filosofía, el mito encubre una verdad o una “tradición sagrada, una revelación primordial, un modelo ejemplar” .

Ahora bien, ¿de qué tipo de verdad nos hablan los mitos? ¿Qué verdad se revela en el mito? Partiendo del hecho de que el hombre es ante todo, a diferencia del animal, simbólico, es decir, tiene un instinto fundamental de formar metáforas, podemos arriesgarnos a afirmar que el mito es parte fundamental de la supervivencia humana. El terror a la existencia precede al mito y por medio del mito se conjura éste terror en (bellas) imágenes. Mediante el mito se da sentido a la existencia al representar aquello que excede el conocimiento. Los griegos de la antigüedad siguen siendo un ejemplo del valor del mito para la existencia, pues es bien sabido que los griegos divinizaron todo lo existente por medio de sus dioses. Claro está que lo que ocultan los mitos griegos no es otra cosa que los horrores de la existencia, la desconfianza hacía los poderes de la naturaleza, hacía el destino y el azar. Antes del mito está la famosa sentencia del Sileno, acompañante de Dionisos: “Lo mejor es no haber nacido y de haberlo hecho lo mejor es morir pronto”. La relación de los griegos con los mitos está determinada por un fondo caótico, el cual, lejos de ser negado busca afirmarse. Frente a la posibilidad de la propia aniquilación los dioses griegos representaban un sueño de salud y de belleza, ofreciendo de esta manera la ilusión de permanencia y autosuficiencia para mantener el horror de la vida dentro de los límites del sueño, de manera que se soporte el carácter tenue de la vida y su esencial finitud. La existencia, bajo la sombra de los dioses, es entonces sentida para los griegos como lo apetecible, de manera que ya no es el haber nacido y vivir lo que causa horror de la existencia sino la inversión de la sentencia de Sileno: “lo peor de todo es el morir pronto y lo segundo peor llegar a morir alguna vez” .

Vemos como desde la perspectiva de los griegos la visión mítica sitúa la existencia humana entre una voluntad de forma y una conciencia de caos. Por una parte la capacidad de representación y por otra la necesidad de afirmación del caos para poder renovar las representaciones o las imágenes míticas. Voluntad de forma y conciencia de caos se expresan en la tragedia griega mediante las categorías de lo apolíneo y lo dionisiaco. Por una parte Apolo es el transfigurador del “principio de individuación” mediante el cual puede alcanzarse la felicidad en la apariencia, mientras que Dionisos rompe este principio constantemente abriendo el camino hacía el núcleo íntimo de las cosas. Dionisos es el fondo sobre el que Apolo teje la apariencia. La individuación y la apariencia, siempre son reabsorbidas en el ser original. En este sentido todas las representaciones apolíneas tienen un contenido dionisiaco porque surgen y retornan a este fondo trágico, evitando que la antítesis se resuelva en la negación de alguna de las dos divinidades artísticas. Desde esta perspectiva, Apolo no redime el dolor sino que sirve de máscara a Dionisos para encarnar las diversas expresiones del caos y para afirmar todo lo que aparece; incluso el más áspero sufrimiento.

Hay entonces en el espectador que experimenta la visión mítica de la tragedia una inclinación a dejarse engañar, aunque no toma lo que experimenta como un engaño. El griego queda hechizado cuando el rapsoda le narra leyendas épicas como si fuesen verdaderas, o cuando en una obra el actor hace de rey de una forma más convincente de lo que la realidad muestra. El intelecto en estos estados se libera de sus funciones cotidianas y celebra sus saturnales. Pero frente al engaño y en la aceptación del juego el intelecto entra en un estado creador donde el espectador hace parte activa del espectáculo. El espectador trágico toma por verdadero el engaño elevándose al nivel del actor y del drama permitiendo la aparición de un fondo trágico que rompe el velo de maya de las apariencias para encarnarse en el actor y el público.



Teatro y representación (el rito)


Partiendo de la afirmación de que el mito es una imagen compendiada del mundo que aparece en el principio de toda cultura, se dirá que es por medio del rito que se actualiza la experiencia que origina toda visión mítica. El teatro es ritual que devela y hace presente la verdad del mito. Con lo que se enfrenta el teatro hoy en día es con la escasez de ritos. El rito es comunicación con un más allá que se hace presencia en su celebración. El problema que surge con la efectividad del rito en la actualidad es que se opone al sistema rígido de conceptos que componen la realidad, se opone a la ciencia, al mundo de la vigilia. Sin embargo, si un sueño se repitiera incesantemente, como dice Pascal, nos ocuparíamos de él con el mismo fervor que nos ocupamos de la realidad cotidiana. A través del rito se desgarra este sistema de conceptos para abrir el mundo del sueño. Sueño y vigilia tienen el mismo valor de verdad frente al intelecto a pesar de que la cultura moderna (Ciencia, arte y filosofía) releguen el mundo onírico al puro divertimento o al plano de la mentira. En el rito, el teatro excita la vigilia por medio del mito, pero para ello hace falta interpretar el mito. El teatro que tiende a la mimesis del rito le quita fuerza a los mitos. El teatro vivo por su parte hace actual el rito y desencadena el milagro que es creación conjunta entre el actor y el público Infortunadamente no es cosa fácil hacer verosímil un milagro, el público contemporáneo no tiene disposición de dejarse engañar aunque vive engañado en el estatismo de los mitos de una realidad dada, dominante.

El público actual está más predispuesto a representar determinado rito conforme a lo que ya sabe que a presenciar y ser parte de lo que el rito trae a la realidad, a saber el milagro. Frente al milagro que ocurre en el escenario el público se siente ofendido en su sentido de la realidad, la cual está orientada hacia la causalidad psicológica. Empero el público suele hacer concesiones aceptando el milagro como un fenómeno comprensible para los niños, pero que es ajeno para los adultos. Ateniéndose a esto podrá ver, en efecto, hasta qué punto está él espectador actual capacitado para comprender el mito, imagen compendiada del mundo, y que, en cuanto abreviatura de la apariencia, no puede prescindir del milagro. La imposibilidad del milagro se debe a que el espíritu histórico-crítico de nuestra cultura sólo permite la existencia del mito por vía docta o religiosa. Pero si un pueblo o un individuo no experimente el mito su cultura pierde su fuerza vital y creadora: ya lo ha dicho Nietzsche: “sólo un horizonte rodeado de mitos otorga cerramiento y unidad a un movimiento cultural entero”.

El rito es repetición simbólica de una creación, por lo cual tiene un carácter sagrado. Esto implica decir que en el teatro lo ritual busca hacer visible lo invisible en el escenario. Es cierto que la mayor parte de la vida escapa a nuestros sentidos y que en gran medida no se percibe aquello que nos hace vivir. La fuerza del rito está en mostrar aquello de la vida que escapa a nuestros sentidos pero que está presente, dicha fuerza se ha perdido (por razones que no se mencionaran aquí pero que tienen que ver con las exigencias de un mundo moderno funcional, acorde a un sistema socio-económico productivo), por ello se exigen nuevas ceremonias que superen la forma externa de los que se celebran automáticamente en la vida moderna y que se ven reflejadas en el teatro actual, el rol que juega el público es fundamental en este punto.

Cuando Peter Brook se refiere al Teatro Sagrado señala que el público no sabe como celebrar aunque sea necesario para su existencia. La manera que encuentra es poniendo los ritos a su nivel en lugar de elevarse a experimentar el milagro. El público actual participa de lo agradable pero no de lo elevado. Las experiencias de lo sagrado parecen estar limitadas al campo de lo privado pues es común ver aquella búsqueda de experiencias que van más allá de lo cotidiano en la alienación. Pero la experiencia colectiva que provee el teatro no tiene acogida en el público de valores burgueses pues sus valores se ven amenazados por la fuerza del teatro sagrado que abre un espacio para experiencias que escapan de la utilidad inmediata y que por eso no contribuyen a perpetuar lo establecido. Para que suceda el milagro el teatro debe elevarse más allá del texto, esto es, más allá de la representación y convertir la palabra en imagen a la manera de Artaud quien hizo del texto la propia puesta en escena en busca de una comunión metafísica entre actor y público por medio de la intoxicación, la enfermedad, la magia.

Observamos que en el de teatro sagrado planteado por Artaud hay nuevas posibilidades para el rito en la medida en que renuncia a la representación del mito en aras la presentación del mismo. En el teatro de la crueldad artaudiano se da sentido al mito invocando los contenidos del mismo. Juega aquí un papel fundamental el actor y su capacidad de elevarse a estados de ánimo a fuerza de llevarse a sí mismo a los límites de la crueldad. Esto tiene su explicación si se tiene en cuenta que la cultura se inscribe en el cuerpo de manera que lo organiza predisponiéndolo a ser de determinada manera. El rito en la actualidad responde a los presupuestos de la cultura que se sostienen sobre los valores cristianos-capitalistas, los cuales le dan una función determinada al rito. Volver al rito para Artaud es ir contra-cultura al punto de volver a un punto cero o espacio vacío en el cual el encuentro del pensamiento con la experiencia retome el mito y se convierta en un punto de fuga en la historia. En su celebre texto “el teatro y los dioses”, Artaud defiende esta idea criticando la idea de que el teatro proviene de las religiones y haciendo ver que la religión es la que ha salido de los ritos antiguos y primitivos del teatro. En el teatro concebido así el hombre no se encontraba separado de la naturaleza y los dioses eran fuerzas naturales que el hombre moderno podría captar liberándose de la visión propia de la cultura.




3. Teatro y espectador (el juego)


El juego está presente en el mito y el rito, como bien lo afirma Huizinga: cuando mediante el mito el hombre explica lo terreno y lo divino se vale de un espíritu inventivo, de juego; del mismo modo en el rito o culto las consagraciones, los misterios, son puro juego. Lejos de quitarle “seriedad” al ritual y a las imágenes compendiadas del mundo, el juego constituye un elemento fundamental para que las fuerzas impulsivas de la vida se manifiesten en ambas instancias. El juego es común al hombre y al animal aunque en uno y en otro cumplen distinta función pues si bien en el animal es socialización; en el hombre además es una manera de enfrentarse a lo imposible o a lo irremediable mediante la aparición de dichas fuerzas.

Es común en nuestra cultura y en las culturas primitivas mantener las creencias (mitos) por medio del culto y la celebración. Sin embargo, hay una edad en que la inocencia se pierde, específicamente en los ritos de iniciación donde el mito se nos revela falso y el alma se enfrenta a lo incierto, a la ausencia de los dioses. Sin embargo, según Mannoni hay una disposición natural a creer que se expresa en “ya lo sé, pero aún así” que resume la fórmula freudiana del fetichismo. El fetiche surge de un repudio a la realidad que impulsa a creer en lo que no es evidente . La fuerza plástica de un individuo tiene su origen en el repudio a la realidad como dice Mannoni, pero también en la voluntad de forma: aquí las sensaciones se convierten en imágenes y a partir de ellas se componen los mitos. En el rito, por su parte se revive aquello que se ha perdido. En la representación de las creencias en el rito se experimenta el contenido del mito, su sentido. La tendencia a experimentar aquello que aunque sabemos no es cierto tiene un valor en la constitución de la cultura.

Frente al destino irremediable que surge del desencantamiento de la existencia tras la ausencia de los dioses, frente al sinsentido de la existencia; aparece el juego y con él el actor que da un sentido a la ocupación vital. Dar sentido implica la aparición de un nuevo mundo junto al de la naturaleza que tiene sus raíces en el terreno de la actividad lúdica. La invención de imágenes míticas que da sentido a la existencia es el punto que divide al hombre y la naturaleza, este punto es la cultura. Pero una cultura viva necesita actualizar constantemente sus mitos para que la vida este presente en ella y tal vez el gran problema moderno sea el estar inmersos en una cultura cuya formación histórica impide que la vida se manifieste. Siguiendo a Peter Brook se podría afirmar que el teatro mortal es producto de esta problemática pues en la medida en que el teatro se nutre de experiencias a-históricas, es decir fuera del tiempo cronológico y dentro del tiempo mítico, no tiene posibilidad de existencia dentro de dicha cultura.

Las experiencias a-históricas son poco comunes en la cultura actual, por eso es difícil que en el teatro el espectador se preste al juego y si lo hace se da en el terreno de lo conocido. Podría decirse con seguridad que mientras determinada obra se ajuste a los límites de la experiencia del espectador este se entregara al engaño, de lo contrario actuará con indiferencia. Sucede que el espectador aceptara ser engañado siempre y cuando pueda dar cuenta del engaño. Pero este tipo de juego está condicionado a las exigencias del público y por lo tanto niega la verdadera potencia del juego que es la creación. Un teatro vivo exige un público creador que se eleve al nivel de la obra y participe activamente en ella. Más allá de exigir un público culto el teatro vivo necesita que el espectador permita la aparición de lo desconocido, del terror que mantiene encubierto y que lo haga conciente. Sin embargo, esto no sucede porque el espectador moderno se mantiene en su instinto de supervivencia y no deja que sus instintos salgan a encontrarse con las fuerzas de la vida, esto es, a jugarse la existencia.



En la actualidad se hace vigente aquella problemática que exponía Nietzsche en los escritos preparatorios al nacimiento de la tragedia: la muerte de la tragedia por parte de la comedia ática nueva. Así como la doctrina de Sócrates refleja una decadencia en lo que se refiere a la visión de la vida respecto a los filósofos trágicos; Eurípides representa lo mismo para Sófocles. No entraremos a analizar la relación entre Sócrates y los presocráticos pues no viene al caso, por lo pronto diremos que según Nietzsche la tragedia muere en manos de Sócrates en la medida en que cuestiona el valor de la vida en sí misma, al proclamar una doctrina que va contra el vigor del cuerpo y el alma en aras de un tipo de ilustración que hace prevalecer la razón sobre el instinto. Por otra parte a partir de Eurípides cambia la relación del público con el teatro al dotar al espectador de un juicio sobre el drama y representar en la obra al espectador. Si bien la tragedia representando al héroe exigía al espectador a elevarse sobre sí mismo para hacer parte de la obra, la comedia se pone al nivel del espectador que es por lo general aquel que no comprende la tragedia.

Se lleva al público a la comprensión de la tragedia llevando a la escena la máscara fiel de la realidad, esto es, llevando la vida la cotidiana a la escena. El perjuicio que trae este procedimiento es que se sacrifican los rasgos de los héroes que invitan al público a la grandeza para trazar las líneas más generales de la naturaleza que llevan al público a la racionalización de la obra y a dejar fuera lo que no cabe dentro de los límites de su comprensión. Aquí el artista se ve en la obligación de acomodar su fuerza creativa a la homogeneidad de la cantidad. Esta problemática no es ajena a nuestra actualidad como puede verse en la complacencia de la producción teatral que predomina en nuestro medio. La complacencia limita el juego pues al representar la realidad cotidiana en la obra se cierra la posibilidad del juego creativo entre el espectador y la obra para plantear una adecuación en el cual el espectador sale ileso de la sala afirmando su principio de realidad y convencido de que lo presenciado es un engaño que cambia para nada su condición.



A manera de conclusión se puede decir que si bien el olvido es necesario para la creación hace falta hoy en día que el teatro desarrolle medios para despertar al espectador del “olvido de sí” que padece a causa de estar inmerso en los mitos, rituales y juegos de la cultura moderna que han perdido su sentido, a saber, abrir la existencia al contacto con las fuerzas de la vida para despertar al individuo alejado de ellas en nombre de una cultura que obedece a una racionalidad ajena al instinto creador. En este punto vale resaltar la más reciente obra del dramaturgo Fabio Rubiano (Pinocho y Frankestein le tienen miedo a Harrison Ford) quien ha presentado la capacidad que tienen los mitos urbanos para despertar el horror en el espectador y hacerlo conciente de la tenue frontera que hay entre el bienestar de la vida organizada y el caos de las ciudades. Para lograr este efecto se insiste en un lenguaje abierto donde el artificio es visible para el espectador apelando a la fuerza del actor y a la disposición del público para el juego. Las máquinas que se utilizan dentro de la obra cumplen una función fundamental en despertar en el espectador su disposición al juego. El tema del olvido alienante tiene un lugar importante pues los protagonistas (niños que trabajan en una compañía teatral) se ven obligados a trabajar encerrados en la compañía sin que sepan nada del mundo exterior. El drama de los niños es escapar y encontrarse con su pasado, superar el olvido y ser parte de la memoria universal. Ya afuera se enfrentan con el problema de no tener memoria en un mundo donde los recuerdos colectivos constituyen parte de la identidad. Aparecer en el mundo sin una historia previa los hace objeto de persecución por lo que consideran volver a la compañía donde al menos a través de la actuación pueden vivir la niñez que no pueden vivir en la vida real.

Bibliografía.

Artaud, Antonin. El teatro y su doble.
México y viaje al país de los Tarahumaras. México. Fondo de Cultura Económica.

Brook, Peter. El espacio vacío. Barcelona, Ediciones Península. 1969

Huizinga, Johan. Homo Ludens.

Nietzsche, Friedrich. El nacimiento de la tragedia. Madrid, Alianza Editorial. 1994.

Mannoni, Octave. La otra escena.

miércoles, septiembre 24, 2008

ILUMINANDO A LOS STONES



Tal vez no sea posible “quemar” a Mick Jagger, las drogas, el sexo, el rock y los años no lo han hecho, pero no se puede negar que en la más reciente película de Martin Scorsese se produce el efecto que el legendario cantante está ardiendo. El concepto propuesto en la película, más que el título de una canción, es efectivamente exponer a los Rolling Stones bajo toda la luz posible para resaltar desde su presencia en el escenario su contribución a la música y a la cultura. Claro está, no se trata de una retrospectiva histórica de la banda de rock más documentada de todos los tiempos sino de hacer visible en escena la esencia stoniana.

En principio, la idea de Jagger era registrar cinematográficamente un espectáculo multitudinario como los que realizan los Stones desde los años setenta. Se trataba de filmar el concierto en Rio del año 2005 frente a un millón de personas en las playas de Copacabana. Jagger debió pensar que Scorsese exploraría mejor que nadie el colorido y la emoción del público brasilero. Sin embargo, aunque quedó un registro de este concierto en el DVD The biggest Bang, no fue Scorsese el responsable de dirigirlo. En su trayectoria como cineasta Scorsese ha demostrado que no hace películas por encargo, menos sobre una de sus más marcadas obsesiones, la música de los Rolling Stones la cual ha hecho parte de la banda sonora de la mayoría de sus films (Mean Streets, Goodfellas, Casino y The departed).

Pero más allá de contar con el rock and roll en sus bandas sonoras, el director newyorkino tiene amplia trayectoria realizando películas sobre músicos y conciertos. Scorsese fue el editor del documental Woodstock antes de dirigir The last waltz, el concierto de despedida de The band, la legendaria agrupación canadiense respaldo de Bob Dylan en su salto del folk al rock; realizó también No Direction Home el documental que cuenta la historia de Dylan hasta el célebre concierto en Londres donde le inyecta electricidad y percusión a sus canciones defraudando a sus más puristas seguidores. Scorsese produjo la serie de PBS The Blues donde la mirada de varios directores explora las raíces de ésta doliente música.



En Shine A light, Scorsese no presenta a a los Rolling Stones haciendo un espéctaculo multitudinario como suelen ser los shows de la banda sino en un escenario pequeño, el teatro Beacon de Nueva York. No es la primera vez que se registra a los stones en la intimidad de un teatro, el disco acústico Stripped grabado en clubs de Londres, Paris y Amsterdam en el año 95 los ha mostrado en pequeños espacios, al igual que la presentación del año 2004 en el teatro Olympia de París (el disco 4 de los Four Flicks). La diferencia radica en que en en Shine A light un escenario pequeño no es sinónimo de espectaculo pequeño pues Scorsese se vale de más de 18 cámaras dirigidas al escenario y de un inmenso set de luces para mostrar a los musicos en los más diversos ángulos sin dejar escapar ningún movimiento ni expresión facial como lo hizo con Robert De Niro en Raging Bull. La expresión corporal y la luz constituyen aquí el tema principal en la composición de la imagen.

La historia se inscribe en el cuerpo, dice aquí Scorsese al enfocarse más en la acción del concierto que en documentar un relato que se actualiza en cada presentación al vivo. A diferencia de No direction Home que narra la vida de Dylan a partir de documentos visuales en Shine A Light se presenta la historia encarnada en el torso de Mick Jagger, el delineador de Keith Richards, las maneras estoicas de Charly Watts, en Ronnie Wood actuando just like rockstar, etc. Se exploran aquí más que evidencias documentadas, trazas dejadas por intensidades primarias que perduran en el cuerpo de los músicos.



La música y el cine, no inventan o reproducen formas, parece decir aquí también Scorsese al hacer énfasis en los elementos físicos que se hacen patentes con la aparición de los músicos como la presión, la inercia, el peso, la atracción, la gravedad, en lugar de hacer distinciones figurativas para lograr perfección formal como lo hace en The Last waltz. De lo que se trata en el cine y la música es de captar fuerzas, hacer sonoras y visibles fuerzas que no lo son. En Shine A light se hace visible el tiempo que ha transcurrido desde la segunda mitad de la década de los sesenta hasta la fecha actual. Scorsese plasma en la pantalla la duración de los Rolling Stones, su presencia como testimonio de un espacio recorrido. Por ello se vuelve a la típica pregunta que se ha hecho a Jagger por décadas ¿Cuánto tiempo van a continuar haciendo esto? ¿Se imagina ud haciendo esto a los sesenta años? ¿Es ésta la última gira de la banda? Las respuestas se resuelven aquí en el humor al ver, sentir y oír la insólita fuerza de los músicos en el escenario. El baile, las canciones, la interpretación de los instrumentos, la actitud escénica, son manifestaciones, de dicha fuerza que hoy en día es reconocida como “el modo de vida stone”; modo de vida que Scorsese subraya en su filmografía en general, encarnado en toda una galería de outsiders que se filtran en el campo de lo socialmente aceptable.

Quizás la larga duración de los Stones se debe a un modo de ser hedonista, y con esto no se quiere decir que los músicos se mantienen vigentes gracias al sexo, las drogas y el alcohol, más bien se debe a cierta actitud de no-racionalizar las fuerzas que motivan su música. En un apartado de la película, una de las pocas imágenes de archivo, le preguntan a Richards como ha podido sobrevivir tanto tiempo a los excesos y mantener su status de guitarrista y compositor de la banda. Richards responde precisamente que nunca se pregunta como ha podido hacerlo, cuando lo hace no se preocupa por el cómo o el porque, simplemente lo hace. No hay en él racionalidad sino conciencia del cuerpo, de lo que éste puede ser capaz. La razón para Richards parece ser el síntoma de una perdida de fuerza, aquello que aparece cuando hay una pérdida en su cualidad. La experiencia pura del cuerpo, la sensación que transmite en escena es por otra parte, supremacía de la vida sobre la racionalidad (tal vez Janis, Hendrix y Morrison fueron demasiado racionales).



Los Stones aparecen así bajo la óptica de Scorsese como cuerpos que se resisten a los influjos destructores del tiempo fluyendo con él por el canal de la música. Como un miembro más de la banda, por su parte, Scorsese esculpe en el tiempo una de las imágenes más certeras que se han proyectado de los Rolling Stones.

miércoles, junio 18, 2008

SARDUY EN EL LIBRO NEGRO DE ANDRES CAICEDO



Siguen saliendo a la luz textos del baúl póstumo de Andrés Caicedo, esta vez se trata de una serie de reseñas cortas acerca de los libros que el escritor caleño devoró con el mismo fervor con que vivía y veía películas. El libro está dividido por países habiendo toda una sección dedicada a Cuba. Allí, resulta interesante la reseña de Tres tristes tigres, pues independientemente de no tener un rigor analítico, presenta una singular opinión de aquello que le gustaría haber hecho a Caicedo con el material que presenta Guillermo Cabrera Infante, esto es, “una novela social de personajes y de ambientes” (del tipo ¡Que viva la música!). Sin embargo, Caicedo reconoce en esta serie de “recortes reunidos organizadamente”, una búsqueda en el lenguaje, una búsqueda de algo desconocido fuera de la novela.

Respecto al comentario sobre Guillermo Cabrera Infante de Andrés Caicedo se podría pensar que una de sus preocupaciones, frente a las novela leída, está en encontrar una coherencia entre el contenido y la forma de los textos para lograr una comprensión de la realidad que subyace a ellos, es decir, en la crítica hay un afán de encontrar una unidad de sentido en la novela. No obstante, vale la pena preguntarse qué es aquello que busca Cabrera Infante fuera de la unidad de la novela para darse cuenta en que difiere de lo que busca Caicedo, quien en estás reseñas sobre la novela latinoamericana está recorrido por la cuestión de la identidad, pero sobre todo por obtener una imagen concreta de la realidad que la sustenta. No hay duda que en la caracterización que hace Cabrera Infante de la vida nocturna de La habana durante la dictadura de Batista, en el culto al lenguaje hablado subyace la misma cuestión, sólo que no se resuelve dentro de lo narrado sino en lo ine-narrado, produciendo no una única realidad sino múltiples perspectivas de ella. La preocupación de Caicedo de obtener una imágen concreta de la realidad se reitera en los comentarios sobre la novela de Severo Sarduy "De donde son los cantantes" donde además de criticar la ausencia de personajes definidos, critica “la falta de compromiso por parte del escritor de echarle una ojeada comprometida a la realidad latinoamericana”.

Frente a los juicios de Caicedo sobre la falta de compromiso de estos escritores en develar la identidad que subyace a la realidad, se podría apelar a la inmadurez del crítico si no se entreviera de fondo el valor, la voluntad de un escritor que se abre camino a través de la obra de otros. El afán de Caicedo de encontrar una unidad en la novela podría verse como un intento reaccionario de erigir una realidad dominante que se expresa a través de la coherencia entre el contenido y las formas de la escritura. Pero nada más alejado de esto, basta echar una ojeada a los comentarios que hace a propósito de la obra de Leopoldo Maecha: Adan Buenosayres, donde resalta el afán poético del autor para poner en tela de juicio una realidad preconcebida; al igual que cuando habla de la obra de José Agustín: De perfil donde exalta el modo en que se desmenuza la realidad dominante para ponerla en cuestión.

Frente al comentario de Caicedo sobre Sarduy, podría decirse que no se equivoca al señalar en su obra un rechazo a definir la realidad latinoamericana, pero hay que agregar que este rechazo responde al deseo de revaluar el concepto mismo de identidad latinoaméricana: concepto que responde a la representación venida del viejo mundo que concibe a Latinoamérica bajo el rótulo de lo exótico, de lo real maravilloso… En Sarduy la expresión de la identidad no está comprometida con la realidad, para él (como para Caicedo), el ser latinoamericano ya está definido por una mirada impuesta desde afuera bajo el rótulo de lo exótico. Por ello, en la obra de Sarduy, la resistencia a presentar la novela como una unidad, responde a un alejamiento a los estereotipos erigidos a partir de la idea preconcebida de la realidad Latinoamérica. Al contrario, lo que se ve en la obra de Sarduy es una de-construcción de la realidad, poniendo en cuestión las falsas unidades y resaltando las fusiones, las mezclas que se encuentran tras toda idea que se presenta como inmaculada. Por otra parte, la deliberada ambigüedad de sus personajes, la ausencia de personajes bien delineados, busca evitar que sean definidos desde un estereotipo.

Compensa la ausencia de personajes bien delineados en la obra de Sarduy la introducción de múltiples voces que aunque rompen la unidad de la obra, abren la posibilidad de ampliar el conocimiento estético e introducir elementos desconocidos que enriquecen y actualizan las visiones de la realidad o del mundo. La idea es sacar al texto de la concepción de sistema de información y comunicación para convertirlo en un espacio de representación en el que tiene lugar una suerte de danza de las palabras que rompen con cualquier ilusión de referencialidad. La finalidad de Sarduy en este sentido se puede equiparar a la de Cabrera Infante de abrir un espacio a lo nuevo dentro del lenguaje, tarea poco ajena a Caicedo quien encontró en otras literaturas, especialmente en la norteamericana (Poe, Lovecraft, Bloch, West), esta posibilidad bajo la forma de lo sobrenatural.

A fin de cuentas, no hay entre Caicedo y Sarduy una diferencia en lo que respecta al problema de definir una realidad latinoamericana, a pesar de que el primero en sus apuntes de adolescencia acuse la novela de Sarduy de fatua al malograr la relación entre los recursos literarios respecto a una idea concreta de la realidad; es más hay un elemento común a ambos escritores, al revelar la diversidad que subyace bajo toda realidad unificada, a saber, el travestismo. ¿No es acaso Maria del Carmen Huerta, la protagonista de ¡Qué viva la música! la voz que refleja la experiencia más personal de Andrés Caicedo, una experiencia singular a partir de la música, a partir del rock y de la salsa? En este ejercicio de adoptar una doble identidad se propone una constante reinvención que se debate siempre con un afuera que aunque desconocido es susceptible de ser descubierto.



Resulta pertinente presentar en este punto un corto texto de Severo Sarduy donde él mismo pone en cuestión su propia identidad para transfigurar la realidad dominante y reinventarla:


LADY S.S.

Severo Sarduy, según sus propias declaraciones – nunca se encontró su acta de nacimiento, a pesar de la persistente investigación a que se entregaron sus estudiosos en las sacristías de su ciudad natal- nació en Camagüey, cuba el 25 de febrero de 1937. Su nombre de bautismo, parece ser fue Eleonora, aunque para los suyos fue Nora, y luego para Gustavo Guerrero, Juana Pérez. Para ella misma, fue sucesivamente María Antonieta Pons, Blanquita Amaro, Rosa Carmina, Tongolele O Nipón Sevilla, según fueron cambiando sus preferencias cinematográficas o rumberas.
De su infancia se sabe muy poco, fuera de lo que cuenta en su autobiografía: una penosa letanía de anécdotas banales y de terribles injusticias en un contexto de pobreza y de discriminación racial característica de las pequeñas ciudades de la provincia insular. En este testimonio, sin duda apócrifo, se presenta como una Justicia moderna, cuya virtud ultrajada no podía sino convertirlo en un ser desamparado, frustrado para siempre y por definición.
A decir, verdad, en su alegato contra la sociedad de consumo, hay detalles que sólo se repitieron unos años más tarde, en ese documento, orgullo de nuestras letras y modelo de sintaxis que es El derecho a nacer: un padre que abandona el hogar, una madre embarazada y soltera que se pierde, por ello, su puesto de sirvienta; malos tratos, tareas más que humildes, violaciones, y finalmente, la casa de corrección, esa perífrasis con que se designaba la cárcel de menores o el atenuado manicomio que padeció. En unas palabras, todos “los ingredientes de la tragedia humana”, para decirlo con una frase típica de Jacques Lacan…
En pago por los mandados y limpiezas que hacía para la patrona de una equitable casa de citas del vecindario, frecuentada por el obispo y la policía local, la casa de Raquel Vega –lástima que en tanto orden quedaran tantas colillas por el suelo y una luz que nadie apaga; se ve como ganaban de fácil el dinero…-, la madame la autorizaba a que pasara algunos discos en el fonógrafo que decoraba el baile del salón. Allí conoció a sus grandes ídolos: Daniel Santos, Lucho Gatica, y sobre todo Mirta Silva, la Gorda de Oro, de la que admiraba, sobre el repertorio y las letras tan bien escritas por los mayores poetas, el “inmenso volumen sonora y el feeling particular”.
Fuera de todas las especulaciones a que puede dar lugar una biografía con orígenes tan oscuros, hay algo seguro si Severo Sarduy llegó a ser cantante fue por casualidad, o porque, para citar a Claude Lévi-Strauss, “todo está escrito en el destino y el ser humano no puede más que leer”, en el sentido, claro está, que da a esa palabra el célebre grafólogo francés.
Todo sucedió en la Habana, cuando fue a encontrar a su madre, que entonces residía en esa megalópolis cubana. Acababa de abandonar el presidio de la Isla de Pinos, donde había pasado cuatro meses por posesión ilícita de mariguana y un agravante de prostitución. Tenían que pagar el cuarto –aunque nimio escrupuloso- que arrendaban en un prestigioso solar de Guanabacoa. Una noche, pasando por Marte y Belona, dio con un cartelito discreto que, con implacable ortografía, reclamaba bailarinas y meseras para el encumbrado local.
Aquel familiar speakeasy era particularmente célebre por los pianistas que lo amenizaban tarde en la noche y hasta el crepúsculo del alba. El más popular de ellos era Chapotín, que encantaba a los danzantes con un estilo estridente y que, con su sombrero de gala, el “bombín”, su pajarita negra a toda hora y su tabaco en la boca, conversaba con los clientes sin dejar de tocar esos arpegios que, para fortuna de musicólogos y rumberos, La Voix de son Maître tuvo el tino de captar.
Antes de terminar el primer ensayo, el propietario se levantó y con un gesto, aunque drástico versallesco, le dijo al joven candidato que era inútil que siguieran perdiendo tiempo ya que no tenia ni las menores dotes para el baile y no daba ni siquiera un paso que no estuviera al revés.
El pianista se apiadó. Le preguntó, al verla humillada, postergada, fânée, descangayada, soslayada y llamada a desaparecer si sabía cantar.
Ella respondió que conocía sólo de memoria una canción: “un chorizo na má queda, bombo camará”. La entonó, logrando notas de una exquisita coloratura, arabescos vocales y un vibrato que no se escuchaba desde la Malibrán.
Esa noche llegó, y para siempre, al cenit lírico y vocal.
O, como escribió años más tarde el Bárbaro del ritmo: “Esa noche, el significante fonético / nómada tuvo su primera y/o última anagnóresis con la criolla epistemé”.
Pero volvamos a Severo. Por entonces, ganaba diez y ocho pesos por semana, más las pródigas propinas que la ya naciente clase de sacarócratas comprometidos- dril cien, sombrero panamá, diamante en el meñique y tabacón- le deslizaba en el atrevido escote o bajo la liga de las medias, cuando iba canturreteando de mesa en mesa después del séptimo daiquiri. Pero ese modo de capturar la clientela masculina, cada vez más numerosa, le resulta humillante. Decide terminar de una vez y adopta esa actitud que los otros juzgarán de arrogante y que le valdrá el apodo de la Duquesa o de Lady S.S.
Graba su primer disco. Entra en un periodo fasto, ya que después de las carestías del machadato, el país disfruta de una danza de millones tan inverosímil que los cabarets; los hay en cada esquina. Tropicana deslumbra al mundo entero y los traganiqueles hacen escuchar los primeros discos por una pieza de un medio. Se convierte, de la noche a la mañana en la gran rival de Rita Montaner. Hollywood la reclama. Viaja a California para participar en el cortometraje de la Paramount Symphony in black donde interpreta uno de los raros blues de su carrera.
Prefiero no consignar el resto de su vida…
Que es largo y tendido.
Y que luego tornaré a contaros.

domingo, abril 20, 2008

SEVERO SARDUY




Sexteto Habanero

Ainsi le bon temps regrettons
Entre nous, pauvres vieilles sottes
Assises bas, à croupetons,
Tout en un tas comme pelotes
A petit feu de chenevottes
Tôt allumés, tôt éteintes;
Et jadis fumes si mignottes!
Ainsi en prend à maints et maintes”
(Francois Villon, Les Regrets de la Belle Heamière)


I
¿Qué se hicieron los cantantes,
los reyes, los Matamoros
de dril nevada y los oros
de las barajas de antes?
¿Quién las tardes del Cervantes
recuerda, y a aquel grabado
del Diario, desdibujado,
y los bailables de Sagua?

(Las guitarras llenas de agua
Están, y el tambor rjado.)

II

Tu nombre, Elegua,
Para abrir, para
Cerrar la puerta.
La Puerta:
Esplenden las ofrentas, oro,
Espacio ardiente.

III

Aquellos barriletes y el coronel de Las Marías
Zumbando como un loco y tocando la luna.

Del baile y Marquesano y la conga no quedan
ni la persiana el abre y el asómate.

Tomaron la cerveza en los clarines
y el bailador de Macorina estaba,
No han venido la China ni la “ojitos de piñata”. Flauta de chacumbele.

Ya de aquí no nos vamos.


IV
¿Los dioses
se fueron, se quedaron,
murieron, con Beny Moré
ellos que con él se alucinaban,
o habitan aún las orquestas habaneras,
las trompetas como dos lluvias de flechas,
los cascabelas roncos,
y las tardes de músicos y monos?

V

“De dónde serán de Santiago
Tierra de soberana?” –preguntaban
por ferias y verbenas.

(Oigo aún aquellos voces,
La mesa electoral,
Mis padres bailando.)

El de sus leontinas, oro empañado,
Fue el de la tarde.

VI

El día es cegador,
la noche una humedad morada.
Giran como trompos los ahorcados
-ojos abiertos, rostros pintarrajeados-.

No te asombres cuando veas
Al alacrán tumbando caña.

lunes, marzo 17, 2008

MOTOS Y POETAS



Roberto Bolaño y Mario Santiago fueron los pilares del movimiento infrarealista surgido en México en los años setenta. De posturas radicales opuestas al establishment cultural, los infrarealistas estuvieron fuera del alcance de los lectores producidos por la industria editorial. Ahora que Santiago y Bolaño han desaparecido y que son personajes de la literatura (Ulises Lima y Arturo Belano) y que el Infrarealismo hace parte de la historia y de la ficción, son presa fácil de la cultura que produce autores y lectores en una línea opuesta a la vida, por ello vale la pena en aras de quebrar las antínomias, subrayar los postulados del manifiesto infrarealista

¿QUE PROPONEMOS?



NO HACER UN OFICIO DEL ARTE

MOSTRAR QUE TODO ES ARTE Y QUE TODO MUNDO PUEDE HACERLO

OCUPARSE DE COSAS “INSIGNIFICANTES” / SIN VALOR INSTITUCIONAL

/ JUGAR / EL ARTE DEBE SER ILIMITADO EN CANTIDAD, ACCESIBLE

A TODOS, Y SI ES POSIBLE FABRICADO POR TODOS

¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

IMPUGNAR EL ARTE / IMPUGNAR LA VIDA COTIDIANA (DUCHAMP) EN UN

TIEMPO QUE APARECE CASI ABSOLUTAMENTE BLOQUEADO PARA LOS

OPTIMISTAS PROFESIONALES

TRANSFORMAR EL ARTE / TRANSFORMAR LA VIDA COTIDIANA (NOSOTROS)

CREATIVIDAD / VIDA DESALINEADA A TODA COSTA

(MOVERLE LAS CADERAS AL PRESENTE CON LOS OJOS PESTAÑEANDO

DESDE LOS AEROPUERTOS DEL FUTURO)

EN UN TIEMPO EN QUE LOS ASESINATOS LOS HAN ESTADO DISFRAZANDO

DE SUICIDIOS

$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$

CONVERTIR LAS SALAS DE CONFERENCIAS EN STANS DE TIRO

(FERIA DENTRO DE LA FERIA / ¿DIRÍA DEBRAY?

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BEETHOVEN, RACINE & MIGUEL ÁNGEL DEJARON DE SER LO MÁS ÚTIL

LO MÁS ANFETAMÍNICO, LO MÁS ALIMENTICIO : LAS BARRERAS DEL

SONIDO LOS LABERINTOS DE LA VELOCIDAD (¡OH JAMES DEAN!) SE ESTÁN

ROMPIENDO EN OTRA PARTE

“”””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””””

SACAR A LA GENTE DE SU DEPENDENCIA & PASIVIDAD

BUSCAR MEDIOS INÉDITOS DE INTERVENCIÓN & DE DECISIÓN EN EL MUNDO

DESMITIFICAR / CONVERTIRSE EN AGITADORES

NADA HUMANO NOS ES AJENO (BIEN) NADA UTÓPICO NOS ES AJENO

(SUPERBIEN)

+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

EN ESTA HORA MÁS QUE ANTERIORMENTE, EL PROBLEMA ARTÍSTICO NO

PUEDE SER CONSIDERADO COMO UNA LUCHA INTERNA DE TENDENCIAS /

SINO SOBRE TODO COMO UNA LUCHA TÁCITA (CASI DECLARADA) ENTRE

QUIENES DE MANERA CONSCIENTE O NO ESTÁN CON EL SISTEMA Y

PRETENDEN CONSERVARLO PROLONGARLO / Y QUIENES TAMBIÉN DE MANERA

CONSCIENTE O NO QUIEREN HACERLO ESTALLAR

…………………………………………………………

EL ARTE EN ESTE PAÍS NO HA IDO MÁS ALLÁ DE UN CURSILLO TÉCNICO

PARA EJERCER LA MEDIOCRIDAD DECORATIVAMENTE

$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$

“SOLAMENTE HOMBRES LIBRES DE TODA ATADURA PODRÁN LLEVAR EL FUEGO LO BASTANTE LEJOS” ANDRÉ BRETON

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DEVOLVERLE AL ARTE LA NOCIÓN DE UNA VIDA APASIONADA & CONVULSIVA

LA CULTURA NO ESTÁ EN LOS LIBROS NI EN LAS PINTURAS NI EN LAS

ESTATUAS ESTÁ EN LOS NERVIOS / EN LA FLUIDEZ DE LOS NERVIOS

PROPOSICIÓN MÁS CLARA : UNA CULTURA ENCARNADA / UNA CULTURA EN

CARNE, EN SENSIBILIDAD (ESTE VIEJO SUEÑO DE ANTONIN ARTAUD)

555555555555555555555555555555555555555555555555555555555555555555555

TODO LO QUE EXISTE :

EL CAMPO DE NUESTRA ACTIVIDAD / Y LA BÚSQUEDA FRENÉTICA DE LO

QUE AÚN NO EXISTE

…………………………………………………………………………………………………….

NUESTRA FINALIDAD ES (LA VERDAD) LA SUBVERSIÓN PRÁCTICA

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EJEMPLO DE ARTE TOTAL

ESCULTURA TOTAL (Y CON MOVIMIENTO) : UNA MANIFESTACIÓN DE 10,000

A 20,000 GENTES APOYANDO LA HUELGA DE LA TENDENCIA DEMOCRÁTICA

DEL SUTERM

MÚSICA TOTAL : UN VIAJE EN HONGO POR LA SIERRA MAZATECA

PINTURA TOTAL : CLAUDIA KERIK AL DERECHO & AL REVÉS / INSISTO :

AL DERECHO & AL REVÉS

POESÍA TOTAL : ESTA ENTREVISTA DIFUNDIDA POR TELEPATÍA O CON EL

SOLO MOVIMIENTO DE MI PELO (DE LEÓN AFRICANO) Y TODA SU DESCARGA

ELÉCTRICA

3333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333333

MUNDOS ONDAS GENTE QUE ME INTERESA :

NICANOR PARRA CATULO QUEVEDO LATRÉAMONT MAGRITTE CHIRICO ARTAUD

VACHÉ JARRY BRETON BORIS VIAN BURROUGHS GINSBERG KEROUAC KAFKA

BAKUNIN CHAPLIN GODARD FASSBINDER ALAI TANNER FRANCIS BACON

DUBUFFET GEORGE SEGAL JUAN RAMÍREZ RUÍZ VALLEJO EL CHÉ GUEVARA

ENGELS “ESE MAESTRO DEL SARCASMO” LA COMUNA DE PARÍS LA

INTERNACIONAL SITUACIONISTA LA EPOPEYA DE LOS NAUFRAGOS DEL GRANMA (SE ME OLVIDABA) : HIERONYMUS BOSCH (EL INFALTABLE)

WILHELM REICH LA APORNOGRAFÍA MÍSTICA DE CHARLES MAGNUS LA

ERÓTICA MULTICOLOR DE TOM WESSELMAN JOHN CAGE JULIAN BECK JUDITH

MALINA & SU LEAVING THEATRE (Y PARA FINALIZAR) EL MARQUÉS DE

SADE HECTOR APOLINAR ROBERTO BOLAÑO JOSÉ REVUELTAS (Y SU

DESCUBRIMIENTO DE QUE LA DIÁLECTICA A VECES TAMBIÉN ANDA COMO

CANGREJO) JUDITH GARCÍA CLAUDIA SOL (Y HASTA EN DÍAS NUBLADOS)

CLAUDIA SOL

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

PODEMOS DISPARAR 2 REVOLVERES A LA VEZ / DIJO MÁS DE UNA VEZ

BUFFALO BILL

LA ESTUPIDEZ NO ES NUESTRO FUERTE

(ALFRED JARRY DIXIT)



Lejos de llevar al análisis estos postulados que invitan a que vida y cultura se mantengan indisolubles, resulta de mayor provecho ver el funcionamiento de los mismos en un poema de Bolaño que evoca la amistad entre los poetas.

El burro

A veces sueño que Mario Santiago
Viene a buscarme con su moto negra.
Y dejamos atrás la ciudad y a medida
Que las luces van desapareciendo
Mario Santiago me dice que se trata
De una moto robada, la última moto
Robada para viajar por las pobres tierras
Del norte, en dirección a Texas,
Persiguiendo un sueño innombrable,
Inclasificable, el sueño de nuestra juventud,
Es decir el sueño más valiente de todos
Nuestros sueños. Y de tal manera
Cómo negarme a montar la veloz moto negra
Del norte y salir rajados por aquéllos caminos
Que antaño recorrieran los santos de México,
Los poetas mendicantes de México,
Las sanguijuelas taciturnas de Tepito
O la colonia Guerrero, todos en la misma senda,
Donde se confunden y mezclan los tiempos:
Verbales y físicos, el ayer y la afasia.

Y a veces sueño que Mario Santiago
Viene a buscarme, o es un poeta sin rostro,
Una cabeza sin ojos, ni boca, ni nariz,
Sólo piel y voluntad, y yo sin preguntar nada
Me subo a la moto y partimos
Por los caminos del norte, la cabeza y yo,
Extraños tripulantes embarcados en una ruta
Miserable, caminos borrados por el polvo y la lluvia,
Tierra de moscas y lagartijas, matorrales resecos
Y ventiscas de arena, el único teatro concebible
Para nuestra poesía

Y a veces sueño que el camino
Que nuestra moto o nuestro anhelo recorre
No empieza en mi sueño sino en el sueño
De otros: los inocentes, los bienaventurados,
Los mansos, los que para nuestra desgracia
Ya no están aquí. Y así Mario Santiago y yo
Salimos de la ciudad de México que es la prolongación
De tantos sueños, la materialización de tantas
Pesadillas, y remontamos los estados
Siempre hacia el norte, siempre por el camino
De los coyotes, y nuestra moto entonces
Es del color de la noche. Nuestra moto
Es un burro negro que viaja sin prisa
Por las tierras de la Curiosidad. Un burro negro
Que se desplaza por la humanidad y la geometría
De estos pobres paisajes desolados.
Y la risa de Mario o de la cabeza
Saluda a los fantasmas de nuestra juventud,
El sueño innombrable e inútil
De la valentía.

Y a veces creo ver una moto negra
Como un burro alejándose por los caminos
De tierra de Zacatecas y Coahuila, en los límites
Del sueño, y sin alcanzar a comprender
Su sentido, su significado último,
Comprendo no obstante su música:
Una alegre canción de despedida.

Y acaso son los gestos de valor los que
Nos dicen adiós, sin resentimiento ni amargura,
En paz con su gratuidad absoluta y con nosotros mismos.
Son los pequeños desafíos inútiles -o que
Los años y la costumbre consintieron
Que creyéramos inútiles- los que nos saludan,
Los que nos hacen señales enigmáticas con las manos,
En medio de la noche, a un lado de la carretera,
Como nuestros hijos queridos y abandonados,
Criados solos en estos desiertos calcáreos,
Como el resplandor que un día nos atravesó
Y que habíamos olvidado.

Y a veces sueño que Mario llega
Con su moto negra en medio de la pesadilla
Y partimos rumbo al norte,
Rumbo a los pueblos fantasmas donde moran
Las lagartijas y las moscas.
Y mientras el sueño me transporta
De un continente a otro
A través de una ducha de estrellas frías e indoloras,
Veo la moto negra, como un burro de otro planeta,
Partir en dos las tierras de Coahuila.
Un burro de otro planeta
Que es el anhelo desbocado de nuestra ignorancia,
Pero que también es nuestra esperanza
Y nuestro valor.

Un valor innombrable e inútil, bien cierto,
Pero reencontrado en los márgenes
Del sueño más remoto,
En las particiones del sueño final,
En la senda confusa y magnética
De los burros y de los poetas.

El poema continua su marcha en los Detectives salvajes encarnado en la voz de otro amigo de los poetas y de las motos.



Rafael Barrios, sentado en el living de su casa, Jackson Street, San Diego, California, marzo de 1981. ¿Ustedes han visto Easy Ryder? Sí, la película de Dennis Hooper, Peter Fonda y Jack Nicholson. Más o menos así éramos nosotros entonces. Pero sobre todo más o menos así eran Ulises Lima y Arturo Belano antes de que se marcharan a Europa. Como Dennis Hooper y su reflejo: dos sombras llenas de energía y velocidad. Y no es que tenga nada contra Peter Fonda pero ninguno de ellos se le parecía. Müller sí que se parecía a Peter Fonda. En cambio ellos eran idénticos a Dennis Hooper y eso era inquietante y seductor, digo, inquietante y seductor para los que los conocimos, para los que fuimos sus amigos. Y esto no es un juicio de valor sobre Peter Fonda. Me gustaba Peter Fonda, cada vez que dan en la tele la película que hizo con la hija de Frank Sinatra y con Bruce Dern no me la pierdo aunque tenga que quedarme despierto hasta las cuatro de la mañana. Sin embargo ninguno de ellos se le parecía. Y con Dennis Hooper era todo lo contrario. Era como si conscientemente lo imitaran. Un Dennis Hooper repetido caminando por las calles de México. Un Mr. Hooper que se desplegaba geométricamente desde el este hacia el oeste, como una doble nube negra, hasta desaparecer sin dejar rastro (eso era inevitable) por el otro lado de la ciudad, por el lado donde no existían salidas. Y yo a veces los miraba y pese al cariño que sentía por ellos pensaba ¿qué clase de teatro es éste?, ¿qué clase de fraude o de suicidio colectivo es éste? Y una noche, poco antes del año nuevo de 1976, poco antes de que se marcharan a Sonora, comprendí que era su manera de hacer política. Una manera que yo ya no comparto y que entonces no entendía, que no sé si era buena o mala, correcta o equivocada, pero que era su manera de hacer política, de incidir políticamente en la realidad, disculpen si mis palabras no son claras, últimamente ando un poco confundido.

lunes, enero 28, 2008

NIETZSCHE CONTRA WAGNER




Intro.

La postura de Nietzsche frente a la obra de Richard Wagner presenta un ejemplo de cómo el pensamiento toma la forma de una crítica a los valores modernos. No obstante dicha postura suele ser tomada como un conflicto personal que no trasciende más allá de comentarios fragmentados a través de su obra y en uno de sus últimos escritos (El caso Wagner), al que no se le presta atención, más que para ilustrar la euforia y las pasiones encontradas que se expresaban en los últimos momentos de lucidez de Nietzsche. La influencia de Wagner, afecta directamente la vida y la filosofía de Nietzsche ya que encamina su pensamiento desde muy temprano, al punto que la figura del músico llega a ser el reflejo de sus aspiraciones intelectuales y artísticas del filósofo; luego abjurará de esta poderosa influencia para convertirla en su antítesis. El recorrido que lleva a Nietzsche desde un extremo a otro de este problema, constituye una de tantas formas en que, para el filósofo, ''se llega a ser lo que se es'', asunto de primer orden en la medida que ilustra el devenir de una disposición del espíritu que sufre diversas transformaciones para llegar a un estado esencial. Las concordancias y discrepancias con Wagner marcaran este derrotero.
No hay contradicción en este problema aunque en apariencia pueda dar esa impresión. Hay que tener en cuenta que el pensamiento nietzscheano se desarrolla bajo la influencia de Wagner, pero que las motivaciones del mismo cambian a medida que la disposición de espíritu del filósofo va tomando la forma de un combate contra la cultura. En principio Nietzsche ve en Wagner la encarnación de unas fuerzas que responden a la ruptura con los ideales modernos a favor de la vida, fuerzas que trabajan al mismo tiempo en el joven profesor de filología, pero que al desarrollarse adquieren una cualidad distinta a las de las fuerzas que agencia Wagner.
La reflexión sobre el curso que toma del pensamiento nietzscheano frente a los ideales modernos apunta a la hipótesis de que se trata de un proceso en el que el filósofo asume y luego combate la carga que representan dichos ideales o valores que en sí mismos contienen el gran peligro, ante la imposibilidad de realizarse, de negar las manifestaciones de la vida en la existencia humana. En principio Nietzsche, a través de la música, intuye la capacidad que tiene el arte para transfigurar y afirmar la vida hasta en sus aspectos más terribles, y ve en Wagner al artista que tiene los medios para realizar este fin. Paradójicamente, a medida que se desarrolla el proyecto wagneriano, se hace cada vez más patente para Nietzsche la contradicción existente entre el carácter moderno de Wagner y su incapacidad de afirmar la vida al adoptar ideales que implican su negación.
Explorar la relación del filósofo con el músico resulta ser una vía para acercarse al pensamiento de Nietzsche, en lo relacionado con la transmutación de los valores modernos. Hay que tener en cuenta que Wagner fue capaz de mostrar mediante su arte el estado espiritual de una época en camino a la luz del entendimiento y a la realización de los ideales del progreso y la ciencia; sin embargo, según Nietzsche, Wagner, en actitud pesimista, busca en el arte y la filosofía, la oscuridad, como consuelo frente a un proyecto irrealizable: la modernidad.
Bajo este presupuesto, la interpretación de la crítica de Nietzsche a Wagner centrada en el artista pierde interés, mientras que adquiere significación desde la perspectiva de una crítica al pesimismo, es decir, a la disposición del espíritu que tiende a refugiarse en el pasado, a consolarse en la idea de la muerte ante un peligro inminente: la inevitable barbarie en la cultura moderna.
Las transformaciones en la disposición del espíritu de Nietzsche, son las transformaciones de la época que se evidencian en el propio individuo. El siglo XIX, específicamente la segunda mitad muestra un desencanto frente al proyecto moderno. Las condiciones sociales no corresponden a los anhelos del espíritu de la época. En Nietzsche puede verse un cambio de cualidad en la disposición del espíritu en la medida en que al principio se adhiere a la cultura en tanto que se vale de los conceptos de la época Kant, Shopenhauer, Hegel para expresar sus propias ideas y darle una justificación filosófica al programa a la renovación de la gran ópera wagneriana a través del drama griego, desde el texto El nacimiento de la tragedia. Posteriormente, en la enfermedad de Nietzsche lleva a un combate contra la cultura aleja cada vez más tanto de sus deberes académicos como de Wagner. También cuando surgen las dudas sobre los festivales de Bayreuth. Finalmente con el alejamiento de todo lo wagneriano por considerarlo una nueva forma de decadencia del espíritu. Este alejamiento es asumido por Nietzsche como una lucha contra lo que hay de pesimista en sí mismo, lucha que tiene como resultados toda la obra madura del filósofo desde Humano, demasiado humano hasta El anticristo.
Es un asunto que rebasa los límites de la pura discusión formal, para llevar la discusión a la experiencia vital de Nietzsche, ya que es inevitable observar que tras la euforia de Nietzsche en Turín durante 1888, el proceso se precipita en el derrumbamiento mental del filósofo, llevándolo a un estado en el que se le oscurece la posibilidad de crear nuevos valores, convirtiéndose su estado en un problema que plantea diversos interrogantes a la posteridad. ¿Es posible crear a partir del delirio las condiciones para la superación de los ideales del hombre moderno? O ¿debemos conformarnos con que el programa de Nietzsche llega a su punto más alto con el planteamiento de un hombre superior que se hunde en su propio ocaso a costa de su afirmación?
A continuación, se presenta una tentativa de acercarse a al programa monumental de Wagner para la renovación de la cultura, desde la perspectiva de Nietzsche, que experimenta en tal proyecto transformaciones que lo llevan a diagnosticar la enfermedad de fondo que trae consigo el progreso espiritual moderno.

Nietzsche wagneriano.

Al abordar algún tópico de la filosofía de Nietzsche, hay que tener en cuenta que todo problema surge de manera necesaria conforme con una vivencia vital. En ese sentido los problemas se organizan conforme a la intensidad de la vivencia. El encuentro con la música de Wagner no es una excepción, en 1861 cuando Nietzsche tenía 17 años llega a sus manos la partitura para piano de la obertura de Los maestros cantores, el ''preludio de Tristán''. Corresponde a una época en la que muy pocos se interesaban por la música de Wagner por considerarlo un ''arte disoluto'', ya que pretendía integrar en la música todas las artes. El preludio causaba reacciones negativas por lo extraño y novedoso. Particularmente a Nietzsche le causa un conflicto interior, puesto que provenía de una estirpe de pastores protestantes y además mostraba desde temprana edad una inclinación hacía lo extraño. La partitura de Wagner era una apertura hacía las fuerzas primarias de la vida. Este efecto se intensificó cuando tras su llegada a Leipzig en 1868 asistió a Los maestros cantores en un concierto de la sociedad. Según Fisher-Dieskau, ''la vivencia del Tristán fue la que le permitió al joven conocer de cerca lo dionisiaco y lo que lo impulsó a reflexionar sobre ello pues en la embriaguez y lo orgiástico del lenguaje de Tristán, el dolor parecía provocar la alegría, la alegría parecía convertirse en dolor'' Se confirma este hecho en una carta de Nietzsche a su amigo Erwin Rohde, después de asistir a este acontecimiento:
''Soy incapaz de enfrentarme a esta música con frialdad crítica: cada fibra, cada nervio palpita en mí , y no he tenido jamás, ni de lejos, un sentimiento tan duradero de arrobamiento como al escuchar la obertura citada en último lugar''
En ese mismo año ocurre el encuentro con Wagner, al que Nietzsche asociaba ya con los trágicos griegos que eran también poetas y compositores; además los sentimientos que le produjeron Los maestros cantores lo llevaron a relacionar la música de Wagner con la filosofía de Schopenhauer de la que era seguidor. Para Schopenhauer la música ''...es la copia inmediata de toda la voluntad de manera tal que ella misma es el mundo...'' Nietzsche no tardó en entender que había una relación entre la música y el ser verdadero de las cosas pues ''…la música es quien nos da todo lo que precede a toda forma, el núcleo íntimo, el corazón de las cosas…'' . En el encuentro entre el músico y el joven estudiante se habló principalmente de Schopenhauer; Wagner quedó impresionado e invitó a Nietzsche a su casa en Tribschen, visita que se realizó meses después, cuando es nombrado profesor de filología clásica en Basilea.
Los años setenta son de gran agitación espiritual para Nietzsche: estalla la guerra franco-prusiana; El joven profesor ve en Francia al enemigo de la cultura alemana, al igual que Wagner, aunque surjan dudas por parte del filósofo quien vio posteriormente en la guerra, una amenaza contra cualquier proyecto de renovación cultural. En medio de estas contradicciones, se inscribe en el proyecto wagneriano de renovación de la opera, que tendría su culminación en los festivales de Bayreuth donde la opera integraría al teatro, la poesía y la pintura en busca de la obra de arte total evocando a la antigüedad. Nietzsche se inscribe al movimiento con los escritos El drama musical griego, Sócrates y la tragedia y La visión dionisiaca del mundo.
En los primeros escritos (escritos preparatorios para El nacimiento de la tragedia) hay un afán por introducir el pensamiento griego a la cultura moderna, influenciado en parte por Wagner y en parte por preocupaciones particulares; en estos escritos afirma que ''…la música de los griegos está mucho más próxima a nuestro sentimiento que de la edad media…'' con la diferencia que ''…el griego genuino sentía siempre en ella algo ajeno a su patria, algo importado o del extranjero asiático…''
Tanto Nietzsche como Wagner consideraban que la música de su época estaba condenada al aislamiento de las artes por el influjo de la edad media: allí texto y música se disfrutaban separadamente, pero la música griega era esencialmente música vocal; había una unidad íntima entre texto y música mostrando un lazo natural entre el lenguaje de las palabras y el lenguaje de la música. Unidad que también se veía en la poesía, donde el autor era quien ponía música a su canción y el poema no se daba a conocer sino a través del canto. Este aspecto encajaba perfectamente con el clima espiritual de Alemania, donde el deseo de renovación cultural estaba ligado a una búsqueda de identidad nacional. De modo que una articulación entre lenguaje y música en la opera moderna implicaba la reivindicación de lo popular por medio de la música (la coral en la última parte de la novena sinfonía de Beethoven es un ejemplo de ello). Pero Nietzsche observaba que no necesariamente esta unidad entre texto y música llevaba a el sentimiento nacional, pues el griego sentía en esta unidad, lo extraño, lo extranjero, el sentimiento dionisiaco.
A partir de la divulgación de estos escritos, Nietzsche se convierte en un personaje polémico en los medios académicos por su visión del mundo griego y por sus simpatías por Wagner: su visión del mundo griego causa malestar por ser considerada una cadena de paradojas; su simpatía por Wagner, por su participación en 1869 en el congreso de obreros junto a Bakunin en Basilea. Nietzsche le escribe a Paul Deussen:
''Hay días, y muchos, en los que sólo hablo en nombre del cargo...también noto cómo mi preocupación filosófica, moral y científica persigue una meta, y cómo yo -quizá el primero de todos los filólogos- me convierto en unidad !Qué maravillosamente nueva y cambiada me parece la historia, especialmente el mundo helénico! He de enviarte de una vez las conferencias que pronunciado últimamente, de las cuales la última fue concebida como una cadena de paradojas y ha despertado en parte odio e ira. Tiene que haber escándalo. He desaprendido ya la consideración en lo fundamental: seamos compasivos y condescendientes con un hombre determinado, pero rígidos, con la antigua virtud romana, al manifestar nuestra visión del mundo''
Por estos días más que antes se manifiesta la pugna del filósofo entre vocación y profesión, causada en gran medida, por el llamado que le hace el proyecto wagneriano, pero sobre todo por que ''nota que su preocupación filosófica, moral y científica persigue una meta''. Esta meta también es un llamado pero desde la experiencia de lo dionisíaco que descubre en la experiencia griega de la música. Para entender lo que Nietzsche experimentó al descubrir en el coro griego, hay que tener en cuenta su origen:
En principio por "coro'' se designaba el lugar circunscrito para la danza, la palabra evoluciono al unirse el canto a la divinidad. Esta experiencia de danza y canto, que une lo pagano y lo divino, evoca un sentimiento musical que rige luego una idea poética provocando una sensación sin objeto. A esta sensación responde lo dionisiaco, en la medida en que conduce a un olvido de sí mismo.
El descubrimiento de esta experiencia cobra para Wagner vital importancia en lo que respecta a la opera, en la orquestación antes de la escena dramática pues originariamente escena y acción constituían el contenido del canto. Wagner empieza a explicarse la relación entre música y acción a la manera como lo ilustra Nietzsche, con la diferencia que no es el coro sino la orquesta la que debía cumplir la misión creadora en el escenario.
A pesar de la concordancia a la que llega Nietzsche con el maestro, la sensación que constituye el descubrimiento de una experiencia desconocida en el mundo griego lo lleva a una concepción ''nueva y cambiada de la historia''. A través del olvido de sí se llega a una nueva forma de sentir ''no histórica'' Es decir, que en el instante, al olvidar todo el pasado en el umbral del presente, se puede llegar a redimir la cultura en tanto que se pierde la culpa que sirve como motor de la historia.
Para Nietzsche, la culpa es la carga inherente que lleva la historia y que pesa sobre la cultura. Es la causa del cansancio de los instintos, del ennui que envuelve a la Europa de su siglo. La culpa se oculta en el saber científico, en el conocimiento racional que encuentra en la unidad de la conciencia, la garantía de una interpretación verdadera del pasado. Lo dionisiaco rompe la unidad, es el azar que la historia quisiera abolir. Nietzsche encuentra una de las fuentes de la culpabilidad en los antiguos, en el fin de la tragedia, cuando en el drama musical griego se impone la racionalidad a las fuerzas dionisiacas en la comedia ática. Allí el texto se emancipa de la música con el fin de hacer racional lo que antes carecía de lenguaje y se expresaba en potencia y derroche (música y danza). Esto, debido al auge del socratismo que para Nietzsche es signo de decaimiento anímico, de pérdida de fuerza vital.
Lejos estaba Wagner de comprender las fuerzas que atravesaban al discípulo, que se sentía atraído más por el haxis que le otorgaba el ''Tristán'' y por la jovialidad que encontró en Tribschen que por el proyecto cultural wagneriano. Ya intuía en la música de Wagner la expresión de decadencia vital que veía en la cultura.

Nietzsche contra Wagner.

Antes del ataque a Wagner, Nietzsche afirmaba con toda sinceridad que la tragedia a la manera de los griegos había vuelto a nacer con el músico. Nietzsche albergaba la esperanza que el arte de Wagner pudiera quitarle a los alemanes su inclinación al cristianismo, que su música podía conducir a un conocimiento antiguo-pagano del mundo. Pero cuando la empresa de Bayreuth empieza a convertirse en una realidad también se desencadena en Nietzsche una rebelión que tiene germen en sus primeros escritos. Además, se hacen patentes la diferencia de expectativas de cada uno con la empresa, mientras para Wagner el proyecto significaba la renovación de la cultura mediante la institucionalización de su arte como símbolo de un sentimiento propiamente alemán; para Nietzsche la renovación cultural debía ser el medio para llegar al sentimiento anterior, a toda forma de nacionalidad e identidad.
El proyecto de Bayreuth consistía en la realización de un festival, en esta ciudad, dedicado exclusivamente a la música de Wagner; allí se convocaría a lo más excelso del público alemán para que presenciara el arranque de la nueva cultura espiritual que daría un nuevo sentido a las artes. La ciudad contaría con un teatro exclusivo para la música de Wagner, quien estaría detrás de cada detalle para presentar todas las innovaciones y la aplicación de un nuevo gran formato para la opera. Como bien se puede verse en una carta al rey Luis de Baviera:
''Entiéndase que para mis obras que la causalidad externa ha lanzado al género de la opera, debería tener un teatro sólo para mí al que deberían invitarse, no al público de opera holgazán, acostumbrado a lo más trivial, sino únicamente a los que hasta ahora se han mantenido totalmente alejados de esos entretenimientos superficiales''
La idea de un escenario monumental estaba pensado en concordancia con una música monumental, llena de excesos de brillo y ornato, donde el compositor estaba en el centro, dominando y auto afirmándose en su propio arte. La empresa de Bayreuth, según Nietzsche, ''...pretendía ser el lugar de consagración del genio, en cuanto individuo aislado que sin signos precursores hace una nueva creación a un ritmo excesivo, alterando profundamente al público de su tiempo, que fue abordado sin aviso y al que se le exige ponerse al ritmo de esta creación...'' Nietzsche suponía ingenuamente, en principio, que la empresa de Bayreuth integraría al público con la obra de manera similar a como ocurría en el drama musical antiguo. Lejos estaba de adscribirse al programa de Wagner al pie de la letra, luego de presenciar el carácter de fiesta popular que tomó el festival. Habiéndole aportado sustento teórico a su ópera al poner a los griegos a su alcance, vio que el público alemán no estaba a la altura de los sentimientos de una comunidad dionisiaca. Al contrario, Nietzsche veía en todo lo alemán, tal como se configuraba su espíritu, cansancio de instintos y sospechaba que bajo el cuerpo de la opera wagneriana no había otra cosa que romanticismo encubierto por un helenismo de gran formato.
Esto por supuesto no cayó muy bien en los wagnerianos que tenían fe en que la empresa de Bayreuth motivaría un arranque hacia la creación de los símbolos más excelsos de la nacionalidad. El espíritu misántropo de Nietzsche no estaba en concordancia con lo que se estaba convirtiendo el festival, como lo registra en Ecce homo:
¿Dónde estaba yo? No reconocía nada, apenas reconocí a Wagner. En vano hojeaba mis recuerdos. Tribschen, una lejana isla de los bienaventurados: ni sombra de la semejanza...¿Qué había ocurrido? !Se había traducido a Wagner al alemán! !El Wagneriano se había enseñoreado de Wagner!
Estas impresiones llevaron a Nietzsche al convencimiento de que el refinamiento en la música y ser popular al mismo tiempo denotan un retroceso en el pathos y un avance en las formalidades. Eso precisamente fue lo que encontró Nietzsche como síntoma de decadencia en los griegos con la desaparición del drama musical y el surgimiento de la comedia ática. Tanto Eurípides como Wagner pusieron sus esperanzas en el pueblo para elevar su arte. En Sócrates y la tragedia muestra cómo el fin del drama musical y el surgimiento de la comedia ática se caracteriza, coincidiendo en ello con los personajes de la ópera wagneriana, en que los rasgos grandes y audaces que habían reproducido los actores, se volvieron más fieles respecto a la vida cotidiana . Se trataba, en ambos casos, más de hacer entender al espectador el desenlace del drama, que de producir en él el pathos propio del sentimiento dionisiaco.
Ante esta situación Nietzsche se retira discretamente de Bayreuth a iniciar los preparativos para Humano, demasiado humano. Por su parte, Wagner siente que los festivales fracasaron en el montaje teatral y escenográfico a causa de la imposibilidad de hacer convincente el gran formato. Se recoge entonces a la composición del Parsifal. La obra de Nietzsche y la de Wagner están ya en completa disonancia, principalmente por la conversión de Wagner al cristianismo.
La postura de Nietzsche no sólo cambia frente al enfoque teatral que le dio Wagner a su música; también frente a la concepción de la música en general, que antes se apoyaba en filosofía de Schopenhauer. La música, para Schopenhauer, estaba ligada a la imagen del mundo; esta era la expresión de su voluntad. En Humano, demasiado humano, Nietzsche escribe en un apartado titulado ''La música'' que dice "…en sí, la música, no es profunda ni significativa, no habla de la «voluntad» ni de la «cosa en sí», esta identificación es una imaginación de la época que hubo conquistado todo el campo interior para el simbolismo musical". Sin embargo, este cambio de actitud respecto a la naturaleza de la música frente al mundo no es repentino; responde a lo formulado en El nacimiento de la tragedia respecto a la desaparición del drama musical y el surgimiento de la comedia ática. En esta última, la visión del mundo es optimista en la medida en que se hace racional, comprensible para todo el público, mientras que en el drama musical el mundo es lo cruel, lo peligroso a lo que se accede desde la música y el canto. Paralelamente Nietzsche observa que en la ópera de Wagner ''…el aspecto feo del mundo originariamente hostil a los sentidos ha sido conquistado por la música…''. Hay que aclarar que el pesimismo, tal como es asumido por los antiguos, no implica como en Schopenhauer una renuncia al mundo; por el contrario denota una actitud vital frente a la sobreabundancia de la existencia, como lo dice Nietzsche en el ensayo de autocrítica al nacimiento de la tragedia:
"¿Es el pesimismo necesariamente signo de declive, de ruina de fracaso de instintos fatigados y debilitados?....¿Existe un pesimismo de la fortaleza? ¿Una predilección por las cosas duras, horrendas, malvadas, problemáticas de la existencia, predilección nacida del bienestar, de una salud desbordante, de una plenitud de la existencia? ¿Se da tal vez un sufrimiento causado por esa sobreplenitud? ¿Una tentadora valentía de la más aguda de las miradas, valentía que anhela lo terrible, por considerarlo el enemigo, el digno enemigo en el que poder poner a prueba la fuerza?, ¿en el que ella quiere aprender qué es sentir ''miedo" ¿Qué significa, justo entre los griegos de la época mejor, más fuerte, más valiente, el mito trágico? ¿Y el fenómeno enorme de lo dionisiaco? ¿Qué significa, nacida de él la tragedia? "
Desde esta nueva perspectiva del pesimismo surge el cambio de óptica frente a la música, como una expresión de su nueva postura frente a Wagner y Schopenhauer; asimismo hay un combate frente a los ideales que sostienen la cultura moderna en la medida que son encarnados por los dos autores. La influencia de Wagner y Schopenhauer había motivado a Nietzsche a darle un excesivo valor al arte respecto a la vida, afirmando, en el ''prólogo a Richard Wagner'' que "…el arte es la tarea propiamente metafísica de la vida…''. Ahora Nietzsche considera que este presupuesto significa que el hombre "…sólo se redime en la apariencia…'', lo cual va en contra de la experiencia de lo dionisiaco descubierta en la visión del arte griego. Esto quiere decir que bajo el influjo de Wagner y Schopenhauer la música cumple el papel de consuelo metafísico frente a la visión pesimista del mundo, mientras que Nietzsche defiende la idea de que la música no es resignación frente al mundo sino afirmación y transmutación del mundo a favor del carácter trágico de la vida. La música de Wagner se le presenta ahora como un consuelo en el que la cultura alemana encuentra un narcótico para evadir la realidad y confortarse en la idea.
El ataque de Nietzsche a Wagner toma una forma explícita, luego de la muerte del músico en los escritos posteriores a Así habló Zaratustra, desde Más allá del bien y del mal hasta Ecce homo. Por este tiempo la obra de Wagner era un estandarte del espíritu alemán. Nietzsche revisa en estas obras lo antes dicho en el lenguaje de Wagner y traducido al lenguaje de Zaratustra. Entretejiendo las alusiones a Wagner en este periodo se llega a la conclusión de que el problema no es ¿por qué Nietzsche se alejó de Wagner? Sino ¿Cómo pudo estar tanto tiempo ligado a músico? Wagner era una promesa para Nietzsche, al igual que Nietzsche para Wagner; pero aunque hubo un encuentro, en el descubrimiento del drama musical griego, a partir de allí cada cual tomó direcciones opuestas; mientras Wagner encontró su destino en los ideales de la comedia ática, Nietzsche tomó la vía de la tragedia.
Si se examinan con cuidado los postulados de Nietzsche en sus obras maduras, puede verificarse su constancia; el contenido se mantiene; pero donde antes nombraba a Wagner como encarnación de una doctrina, ahora se nombra a sí mismo o a Zaratustra: lo que se aprecia como cambio respecto a Wagner, no es otra cosa que la superación del “lenguaje de la cultura” en la misma medida en que ésta va perdiendo su peso en su propia experiencia vital. La separación de Wagner y la distancia a Schopenhauer implican un desprendimiento de los valores culturales del romanticismo, como bien lo dice en Ecce homo:
''A un psicólogo le sería lícito añadir aún que lo que en mis años jóvenes oí yo en la música wagneriana no tiene que ver en absoluto con Wagner; que cuando yo describía la música dionisiaca, describía aquello que yo había oído, - que yo tenía que traducir y transfigurar instintivamente todas las cosas al nuevo espíritu que llevaba dentro de mí. La prueba de ello, tan fuerte como solo una prueba puede serlo, es mi escrito Wagner en Bayreuth: en todos los pasajes psicológicamente decisivos se habla únicamente de mí -, es lícito poner sin ningún reparo mi nombre o la palabra ''Zaratustra'' allí donde el texto pone la palabra Wagner.''
Para Nietzsche, el coincidir tanto con la música Wagner como con la filosofía de Schopenhauer, era causado por el uso que hacía de la semiótica particular de estos autores, con cuyos signos y medios lingüísticos intentaba expresar su propio pensamiento que a medida que se alimentaba de la experiencia de lo dionisíaco se encontraba cada vez menos conforme hablando en estos términos. Por lo tanto no hay una contradicción en este pensamiento, sino la superación del lenguaje en que se expresaba. Hay que tener en cuenta que la lucha contra la cultura es para Nietzsche una lucha contra el lenguaje que no permite expresar la emoción y el sentimiento que descubre en su vivencia particular de la modernidad.

El caso Wagner.

El caso Wagner es un ejemplo del combate de Nietzsche contra las formas de expresión de la cultura moderna, siendo más que un diatriba contra Wagner desde la ópera italiana el resultado de una rigurosa revisión del idealismo alemán (Fichte, Schelling, Schopenhauer, Hegel, Kant) que daba cuenta de la cultura desde el orden moral, interponiendo el ideal a la experiencia del hombre con el mundo. Nietzsche indica un escape a este orden moral, oponiendo al ideal la vivencia que surge del instante único e irrepetible en la experiencia de lo dionisiaco. A partir de esta vivencia se organizan los saberes en la búsqueda de una cultura que se integre con la vida.. El idealismo por su parte, propone una organización de la historia, que negando la vivencia vital, determina como finalidad la realización de la idea, realización que no se logra hasta que se llegue a la igualdad de condiciones de vida. Para Nietzsche lograr la igualdad de las fuerzas de la vida es una tarea irrealizable, pues estas se encuentran en un constante devenir; de manera que dicho ideal sólo se desarrolla como promesa, siendo la fuente de la desazón, del cansancio moderno, que desconoce experiencias a-históricas. Nietzsche considera que el hombre debe ser superado, en la medida en que no soporta el vértigo que causa este tipo de experiencia. Para ello propone que el hombre moderno debe asumir esta tragedia, convirtiéndose en superhombre. En Wagner en Bayreuth ya decía que "…el individuo debe ser transformado en un ser superior a la persona por medio de la tragedia que debe hacerle olvidar el espanto que causa la muerte y el tiempo…" y en El crepúsculo de los ídolos define lo trágico como:
El decir sí a la vida incluso en sus problemas más extraños y duros; la voluntad de vida regocijándose de su propia inagotabilidad al sacrificar a sus tipos más altos, - eso fue a lo que yo llame dionisíaco, eso fue lo que yo adivine como puente al poeta trágico. No para desembarazarse del espanto y la compasión, no para purificarse de un afecto peligroso mediante una vehemente descarga del mismo...sino para más allá del espanto y la compasión, ser nosotros mismos el eterno placer del devenir, - ese placer que incluye el placer del destruir...
Dentro de este contexto debe ser entendido El caso Wagner, como un ''caso'' en el que el arte ha tomado los valores del idealismo alemán a los que se le opone la experiencia trágica de la existencia. Del mismo modo, la crítica a la música que allí se plantea tiene como fin revisar la obra de Wagner a la luz de esta experiencia. De otro modo ¿cómo oponer Wagner a Bizet? ¿cómo decir que una música es mejor que otra? Sí no se determinan los valores que la motivan, a saber: sí esta concebida para servir de consuelo, si es un síntoma de resignación o si se trata de una afirmación a vida con todo el elemento trágico que esto implica.
Es bien sabido el hecho de que la música de Wagner tiene toda su fuerza en el texto. Según Nietzsche, la función de esta música se limita a ambientar la acción. El contenido del texto, además es pesimista, los protagonistas son víctimas de las condiciones de la vida y buscan redención mediante el amor correspondido, encarnado en la mujer. Bizet, es para Nietzsche es un caso diferente, allí se aprecian los valores de la tragedia, la música predomina y motiva al texto, cuyo contenido es pagano, los personajes no buscan redención, sino que representan el amor al destino por medio de la guerra eterna entre los sexos. En el primer caso muestra un signo de decadencia; en el segundo de elevación.
Sólo cuando Nietzsche descompone la música de Wagner, se observa su relación con el estado espiritual de la modernidad. Nietzsche sabía que la música de Wagner desarrollaba una cierta inclinación a remontarse a su origen, haciendo uso del mito, celebrando así los elementos de donde había salido. Para Wagner todo tiene música propia y el origen de las cosas es el origen mismo de la música. Esto lo lleva a afirmar que en principio no está el sonido sino el gesto y a partir de éste busca el sonido. Wagner consigue así unir pequeñas unidades al gesto que es el que les da impulso por igual, agotando la fuerza particular de cada uno. Los elementos se ocultan así unos a otros lo que es particular, lo que no ha crecido en todos. De este modo muestra Nietzsche que hay una actitud moral y política de ''igualdad de derechos para todos, la vida, la vitalidad es pareja para todos, la vibración y la exuberancia de la vida queda reprimida y comprimida en las figuras más pequeñas y el resto vitalmente empobrecido."
Hay que tener en cuenta que la música de Wagner pretende llegar al gran público, por ello se concentra en lo primordial en lo común del sonido; pero puesto en gran formato, de manera que sea haga inteligible para todo el mundo, logrando causar un efecto en el sentimiento popular. Esta, según Thomas Mann es la experiencia de lo moderno aplicado a la música; esta busca la perfección sin ser exclusiva, no conoce el pathos que impone la distancia, al contrario pone las altas formas de la espiritualidad para hacerlas populares. Desde esta óptica se comprende que la crítica de Nietzsche va dirigida a los ideales modernos y no sólo se trata de un ataque personal a Wagner.
Se suele juzgar El caso Wagner con ligereza si se ve en su contenido un simple ataque personal a Wagner basándose en razones como la incapacidad que Nietzsche tenía para subordinarse, la frustración que sentía como músico. Hay que ahondar y ver, además que la crítica se basa esencialmente en la incapacidad que tenía Wagner para identificar las antítesis, siendo este rasgo a la vez es un caso general de la modernidad. Nietzsche muestra como cada época tiene una medida de energía a la que responden sus respectivas virtudes: las de una vida en auge y las de una vida en declive. A las formas de vida en declive se responde con las virtudes de la vida en auge; pero una vida en declive también se vale de las virtudes de la decadencia, y se resiste a todo tipo de plenitud como una forma de defensa, tales como el deseo de igualdad. La primera forma, corresponde a la moral de los señores y la segunda la moral cristiana. “Wagner no entendió esta distinción”, nos dice, en la medida en que ''…miró de reojo una moral de señores llevando a la vez la moral contraria, el evangelio de los bajos, la necesidad de redención…'' , mostrando así una inocencia entre contradicciones propia de la modernidad:
''...esa inocencia entre contradicciones, esa ''buena conciencia'' en la mentira son cosa ''moderna par excellence'', que define la modernidad. El hombre moderno representa en términos biológicos una contradicción de valores, se sienta entre dos sillas, dice sí y no de una sola voz. ¿Qué tiene de asombroso que precisamente en nuestros tiempos la falsia se hiciera carne y hasta genio, y Wagner habitara entre nosotros?...No sin razón le llame yo cagliostro modernidad. Pero todos, contra nuestra voluntad, contra nuestro conocimiento, tenemos metidos en la carne valores, palabras y fórmulas de origen opuesto; fisiológicamente considerados somos falsos...un diagnostico del alma moderna... ¿Por donde había de empezar? Por sajar con decisión ese cumulo de contradicciones entre instintos, por separar y extraer sus valores enfrentados, por la vivisección de su caso más instructivo.''
Nietzsche muestra como las contradicciones en el terreno moral están ''…metidas en la carne…'' es decir de manera fisiológica, transmitidos por los antepasados y heredados a la descendencia, por lo tanto se hace necesaria una genealogía de la moral donde se muestre el origen de estos valores, la energía que motiva cada forma de valorar. Del mismo modo, la crítica a Wagner es un examen fisiológico a su música para detectar las contradicciones que contiene. En La genealogía de la moral, Nietzsche se ocupa de mostrar como el Parsifal es una antítesis respecto a Los maestros cantores y como Wagner al principio, muestra un tipo como Sigifrido que representa los valores de la moral de la plenitud, la transfiguración, mientras que Parsifal es lo opuesto. Muchas veces Nietzsche se pregunta a que se debe esta contradicción, respondiendo que no se debe al caso particular sino a la energía que emanan los contradictorios tiempos modernos.

Conclusión.

No debe tomarse a la ligera a Nietzsche en su última etapa, en el momento que se hacía ya patente el deterioro de su salud mental, cuando afirma que su ataque a Wagner no era otra cosa que un ataque a sí mismo y que para librarse de Wagner tenía que vencerse a sí mismo. No se trata, como lo han querido ver sus detractores, de un delirio paranoico cualquiera. Todas las afirmaciones de Nietzsche responden a vivencias que han llegado a trascender en su filosofía. Estas afirmaciones se pueden integrar en que lo primero que un filósofo se exige es vencer a su tiempo. Y el ataque de Nietzsche es a su tiempo, pues tanto él como Wagner son hijos del mismo. Nietzsche descubrió que a través de Wagner hablaba la modernidad.
El rasgo que más se suele criticar en Wagner a través de Nietzsche es, su renuncia, el declive frente a la fuerza organizadora vital, la imitación de formas grandes que sin embargo están sostenidas en la maximización de lo minúsculo, buscando conmover los afectos a cualquier precio. Esto tiene su correspondiente en la modernidad con la democracia .
Para Nietzsche la democracia es una consecuencia de la concepción que el idealismo tiene de la historia, que se vale de ''…los medios heredados sin la correspondiente capacidad de justificarlos…'' , en la medida en que la democracia es la condición para que se desarrollen los ideales, y en la medida en que esta condición de igualdad es imposible en este mundo. Por lo tanto se hace promesa y se impone sin poder justificarse en el presente. Nietzsche, en cuanto hombre moderno, sufre esta situación, sufre el peligro que implican la realización de estos ideales, ya que el costo es el empobrecimiento vital, la negación del presente.
La experiencia de lo dionisiaco es un intento desgarrador por afirmar el presente a fuerza de refutar el carácter “bueno” del ideal, mostrando su contraparte: la amenaza de lo bueno para la vida. Para ello Nietzsche se libera a sí mismo de estos valores que en él se agencian en su relación con Wagner, relación que en un principio ya buscaba escapar de la tradición espiritual de Alemania. Cuando Wagner se vale de estos ideales, Nietzsche irrumpe contra el músico y descompone todos los conceptos que se servían de Wagner para manifestarse: Wagner como comediante, el arte como consuelo, el arte por el arte, que se transmutaron en la concepción del arte para la vida, el arte como afirmación, como él mismo lo expresa en el ensayo de autocrítica de El nacimiento de la tragedia.
En Nietzsche la metáfora de sus transformaciones, no son otra cosa que el camino que los hombre superiores, los espíritus del romanticismo, deben recorrer hacía el superhombre. Es el camino que Nietzsche recorrió, pero en cuyo fin encontró su ocaso, su hundimiento, su “locura”. Era tal el peso que la cultura ejercía en él que al abandonarlo se perdió en su levedad. Puede que su formula final ''Dionisos contra el crucificado" lo haya llevado a ser un "Dionisos crucificado" pues la historia sigue su camino hacia la idea mientras que se evade el instante que se realiza en sí mismo, a costa de Nietzsche y sus transformaciones.

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