
En esta viñeta de Vallejo puede verse, además de una experiencia del tiempo y del espacio fuera de las categorías clásicas, que no corresponde al recorrido de una línea temporal sobre un espacio dado, sino que se propone una temporalidad que se transforma conforme a la duración; un juicio sobre la vida y la existencia que no se confunde con el juicio moderno que muestra discrepancia entre el deseo de libertad y el impulso hacía la verdad. Aquí la verdad está ligada al destino el cual es encarnado por el escritor a través del dominio del estilo. En este caso Vallejo adopta la posición del estoico en la medida en que su literatura esta alejada de la queja, no se lamenta porque determinada situación hubiese podido ser de otra manera:
"El libre albedrío es ilusión, mera falacia. Por más que arrojen a Edipo a los lobos el niño crecerá, y matará a su padre, desposará a su madre, se vaciará los ojos. El destino está escrito en el cielo y escrito con sangre. Mi hermano Manuel será lo estipulado y nada más, como he sido el que soy. En el gran tinglado de palacios y miserias los dioses mueven sus muñequitos disfrazados de reyes y pordioseros con hilos que a trasluz alcanzo a adivinar. Muñequitos de trapo y de latón, títeres infatuados que se creen que se mueven solos, sin nadie atrás. No hay infinitos caminos, eminentes doctores, sólo hay un camino único para cada quién, y aunque soñemos que da curvas, que vuelve atrás, que lo podemos desviar, avanza recto, sin una sola encrucijada de elección. Esta noche saldrá mi rico amigo Chuchín Ortiz a la barriada, al encuentro de su destino, de su asesino."[3]
El estilo de Vallejo lejos de responder a una forma vacía o un amaneramiento en la escritura está ligado directamente con una tonalidad del alma al cual responde una escritura. El lector que no este atento a esta característica de su escritura verá en ella la repetición delirante, la hipérbole sin límites, el símil arrasador, la constante contradicción, el devaneo incoherente. Pero la cuestión del estilo no trata solamente de una cuestión de forma sino que responde a un arte que en palabras de Nietzsche trata de “comunicar un estado, una tensión interna de pathos, por medio de signos, incluido el tempo de esos signos”[4] Así a cuestión del estilo está en el centro de la obra de Vallejo y es de vital importancia indagar en este punto teniendo en cuenta la relación de la escritura con la vida. En Logoi, el estilo “designa los medios expresivos propios de una lengua, o de su forma hablada, o de un escritor, o de la literatura”[5], vale la pena acercar sin prejuicios estos medios expresivos a la experiencia que no está sujeta a las modas, costumbres y convenciones dominantes, para ver que podemos aprender del personaje que habla en los libros de Vallejo y que puede este aportarle a un tiempo que responde más a la convención que a la expresión del pensamiento frente a la vida.
Sin embargo, no se busca encontrar en está investigación sobre el estilo de Vallejo a un moralista pues la voluntad del escritor es claramente estética. Podría decirse que si bien de las obras de Fernando Vallejo podría extractarse una ética, está no es sino una modalidad del estilo que varía según los designios del destino, antes que ver en Vallejo un moralista se buscará en el texto mencionado a un escenógrafo estilista.
2. La estilística.
De la introducción a Logoi se podría extractar una definición general del estilo que podría servir como punto de partida formal para entrar a los contenidos del mismo, pues de entrada se dirá que forma y contenido forman una unidad en la obra de Vallejo tal y como lo plantea la estilística moderna, pero para llegar a este punto hay que volver a la básica diferenciación entre lo que es la lengua hablada y lengua escrita, más aún a la diferencia entre lengua y habla pues como es bien sabido hay que diferenciar una estilística de la lengua y una del habla para poder entender en que sentido la estilística se constituyo como una nueva retórica.
El avance de la prosa frente a la retórica en occidente llevó al lenguaje literario a un periodo de decadencia de la retórica en el siglo XVIII. El imperio de la retórica en la edad media y en el renacimiento se valió de su cercanía a las formas del verso para tomar fuerza sosteniéndose en la creencia en nociones dadas y eternas que existían bajo la forma de ideas. El significado, se suponía y se hacía creer, caía en las palabras como el alma al cuerpo, las cosas estaban nombradas desde la eternidad de modo que correspondía cada cosa a una palabra dada. La tarea del poeta entonces era buscar la forma que encarnaba la idea sin expresar el sentimiento individual ni su experiencia. Poco interesaba a
3. Vida y escritura
En materia de lenguaje la vida no es considerada desde su aspecto biológico. Cuando se habla de vida en materia de lenguaje y literatura se considera más de aspectos como la conciencia de vivir y la voluntad de vivir, es decir, se refiere al sentido vital que todos llevamos dentro. Los pensamientos que son expresión de está voluntad tienden hacia la acción pues son motivados por la vida ante el no ser. Por otra parte el lenguaje ante la vida muestra como las excitaciones se traducen en impresiones o juicios de valor (en oposición a los juicios lógicos que se dan en orden causal) que responden a un fin subjetivo. Así, en Vallejo toda idea objetiva se impregna de subjetividad y se hace sensible para afirmar una subjetividad en acción:
“Yo no creo en ideologías. Creo en los hombres. En el hombre concreto que actúa así o asá”[9]
En este caso Vallejo no ataca a determinada persona sino a un juicio frente a la vida, a una actitud que no responde a los estímulos en acciones transformadoras sino que se encierra en el resentimiento. No obstante, este juicio responde a un ejercicio de estilo y cambia conforme a la situación o la situación que el destino le plantea, y en eso radica su subjetividad. Posterior a su juicio de la pobreza, Vallejo narra una de sus aventuras amorosas con un personaje que se opone a la pobreza, un niño rico que el narrador considera "bueno" pero portador de la enfermedad:
“O sí, que Bogotá se divide en dos: norte y sur. Al norte los ricos, al sur los pobres; al norte los buenos, al sur los malos. De suerte que este pecador que sólo había tenido habitantes del sur dañado cuando vio el prodigio del barrio rico se agarró a una verja para no caer, y subió al colmo de la admiración…con una solidaridad de clase encantadora, de gente bien, se ofreció a acompañarme a dormir. Y no me pregunte, padre, adonde nos fuimos porque lo olvidé. Ni cómo era el niño porque también lo olvidé. Quiero recordar si era de pelo rubio, o castaño, ondulado, si con ojos verdes, rojos, azules... Quiero y no puedo. Pero lo que sí les puedo asegurar es que era un ángel con estructura corporal como se verá por la continuación, y que al ser rico introducía en mi vida plana y monótona algo que el pobre se niega a entender: el matiz…No capta el pobre el tintineo del buen vino ni el timbre del Stradivarius. Sordo a sonidos y sabores, embotada en los registros medios la sensibilidad, ¡cómo va a entender las sutilezas o esfumaturas del amor! Y eso que ya Marx se lo explicó hace cien mil años, en su lenguaje de neologismos, soez, que la clase alta no es la baja, que no son una sino dos…”[11]
Posteriormente Vallejo cambia el tono y transfigura el juicio conforme a los sucecesos:
“Algo más que un recuerdo impreciso me dejó el ángel de ensoñadores ojos, y ello se fue poniendo de manifiesto al cabo de una semana, justamente cuando ya creía el héroe haberse librado de la locura…Salí a la calle, al cielo azul con una sola nube, negra, desflecada, justo sobre mi casa. ¿La nube de mi madre? No, puesto que al caminar yo una cuadra caminó a mi paso siguiéndome. Era mi nube… ¡Un benzetazil de un millón doscientas mil unidades para éste, que le pegaron gonorrea! [12]
El mensaje de está anécdota que podría ser contradictoria desde la perspectiva de unos juicios racionales, desprende todo su sentido desde la perspectiva del juicio afectivo: los juicios varían conforme a los movimientos de la vida, esto es, conforme a la manera como se encarne el acontecimiento. En este caso se ve que no hay un afán del escritor de hacer distinción entre clase social sino de resaltar un afecto. Vallejo mantiene los matices y afirma las diferencias, no a través de conceptos preconcebidos sino a través de la escritura:
“No es lo mismo, y Marx lo sabe, un muchacho de Laureles que un muchacho de Aranjuez, porque si en Laureles no amanece igual en Aranjuez atardece distinto, y en éste, con todo y su bello nombre, la luz brilla de pobre mientras que en aquél brilla de rico" [13]
Bally, Charles. El lenguaje y la vida. Buenos Aires, Losada 1962.
Hernandez de Mendoza, Cecilia. Introducción a la estilística. Bogota, Publicaciones del instituto Caro y Cuervo. 1962.
Lukacs, Georg. Teoria de la novela. Buenos Aires. 1974 Ediciones siglo XX.
Nehamas, Alexander. Nietzsche. La vida como literatura. México, Fondo de cultura económica. 2002.
Nietzche Friedrich. Ecce Hommo. Madrid, Alianza Editorial. 1993.
Onfray, Michel. Sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofia I. Barcelona, Editoria anagrama. 2007
Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros. Buenos Aires. Ed Paidós. 1990.
Vallejo, Fernando. El río del tiempo. Bogotá, Ed Alfaguara. 2002
Logoi. Una gramática del lenguaje literario. Fondo de cultura económica. 1997.
[1] Dado que se habla tanto de estilística del habla y de una estilística de la literatura, la investigación se concentrará en esta última, entendiendo entonces por estilo literario –conforme a la definición dada por José Luis Martín- el personalísimo modo de expresión que ha adquirido un artista de la palabra escrita, esto es, “el uso particular que un escritor hace de la lengua, la conformación distinta y única con que moldea la lengua general o local en sus obras, dándole ese matiz distintivo y personal”.
[2] Vallejo, Fernando. “El fuego secreto”. El río del tiempo. Bogotá, Editorial Alfaguara. 2002. p. 242
[3] Op, cit. p. 240
[4] Nietzsche, Friedrich. Ecce homo. Madrid, Alianza editorial. 1995. p 61
[5] Vallejo, Fernando. Logoi.Una gramática del lenguaje literario. México, Fondo de Cultura Económica. 1997
[6] Ver, Logoi.Una gramática del lenguaje literario. México, fondo de Cultura Económca. P. 26
[7] Ver, Bally. El lenguaje y la vida. Buenos Aires, Editorial Losada. 1962. p 47
[8] Ibid. p. 16.
[9] Vallejo, Fernando. EL río del Tiempo. p. 284
[10] Op, cit. 225.
[11] Op, Cit . 255
[12] Op, Cit 256.
[13] Ibid, p 256.