sábado, junio 09, 2007

Mujeres



Black magic woman. La canción de Santana al fondo. Frente a la cuestión de la mujer prefiero pensar en los atributos de Venus que en el eterno femenino, en el amor en lugar del camino de redención. Sobre la cuestión de la mujer, quisiera evocar las mareas de Venus, las madres del ser que mantienen la esfera en armonía para que las cosas sean una el amor primordial. Más allá de ser una sensibilidad para comprender el dolor humano la de la mujer es como aquel principio que descarga todos los sonidos y da inicio a una nueva armonía, parafraseando a Rimbaud, el amor de Venus que supera las diferencias, elimina las plagas, eleva hasta lo más alto la sustancia de nuestras fortunas. Sin embargo, ya lo dijo Lennon: Woman you´re the nigger of the world.

Hay mujeres que se ven simplemente como un hombre, mujeres alineadas en las filas de Marte, también hombres voluptuosos potenciados por Venus; mujeres encerradas en el cuerpo de un hombre y hombres encerrados en sus propios cuerpos en el hermetismo del sexo fuerte. Ahora que lo pienso, no entiendo para nada la cuestión feminista, no la entiendo porque para eso hay que ser mujer, como la cuestión negra, hay que ser negro para pelear por el lugar de los negros en el mundo. Pero no hay que ser drogadicto para hablar de drogas y hay que ser una mierda para negar el influjo de Venus en Marte, para negar el influjo de la música del delta del Mississippi, el influjo del delta de Venus en los trópicos.

No basta con decir you´re so beautiful, please don’t leave me, ante la mujer o tomar la actitud de Wittgenstein frente a la belleza y cerrar la bocota, no creo tampoco que sea necesario llevar todo el tiempo un látigo como Nietzsche para mantener a distancia a la mujer y a la belleza. Tal vez llevar látigo para auto flagelarse un poco, lo suficiente para no parecer mártir, o usarlo prudentemente, como cable a tierra o como cuerda de para asegurarse al más viejo mástil, sin que ella lo note y así poder entregarse a sus influjos sin ser devorado. Qué dulce es quedarse en el deseo de exceder, sin llegar al extremo, sin dar el paso.

Puede que sea un error relacionar la mujer con el amor y la belleza de entrada. Rodrigo Argüello en su nuevo libro VIAGRA PARA EL EUNUCO propone otra cosa, liga a la mujer a la virtud dadora, esto es a la generosidad y al poderío:
“…no solamente están dotadas (las mujeres) para sobrevivirle al hombre, también son demasiado generosas. Lo que indica que no basta estar dotado físicamente, también hay que ser generoso” y agrega: “Tan potente es la vitalidad erótica de la mujer que a pesar de su liberación sexual aun no ha sido explotada por el hombre… El hombre aún detenta el poder sobre la mujer, pero es ella quien verdaderamente tiene el poderío”.

Los tiempos están cambiado, ya no somos tan modernos, amor + belleza no equivale necesariamente a feminidad. Sabemos tan poco del amor y de la belleza que la ponemos del lado de la mujer de quien tampoco sabemos nada. Somos buenos para pelear pero malos para la cama. Las jóvenes de hoy se niegan a identificar a la mujer con la belleza y el amor porque han tomado conciencia de su poderío y han aprendido a leer su historia. Jóvenes mujeres que a pesar de los tiempos y de ellas mismas se han rebelado contra su propia historia. Que lo diga Bukowski el lúcido borracho, quien presenta en su cuento “the prettiest girl of the city” a una mujer poseedora de inteligencia y espíritu aunque acusada de desperdiciar su belleza; una mujer que “pintaba, bailaba, cantaba, hacía objetos de arcilla, y cuando la gente estaba herida en el espíritu o en la carne le daba una pena tremenda”. Además ésta mujer tenía la costumbre de ser amable y buena con los feos con el agravante que los bien plantados le repugnaban. Una mujer que antes de ser “acusada” de ser bonita prefiere atravesar su nariz de lado a lado con un alfiler para inspirar repugnancia y terror. "La belleza no permanece, siendo fea sientes que le agradas a alguien por otra cosa", dice la bella Cass de Bukowski.

La juventud femenina dispone una rebelión a la belleza a la manera del arte moderno, las valientes jóvenes no sólo rechazan en sus vidas las formas vacías de lo bello, sino que se han venido desprendiendo de las prácticas que interiorizan la belleza. Evitan volcar su erotismo al exterior para convertir su cuerpo en objeto de consumo así como evitan replegarse a su interior como señal de renuncia al mundo. Ni monjas, ni putas. Nuestras nuevas mujeres, dice Rodrigo Argüello, procuran configurar su erotismo como “un bucle trenzado por lo corporal y lo mental” en rechazo a un erotismo de “paralelas que parecieran no unirse jamás”.