sábado, junio 23, 2007

Sobre la dialéctica




1. Dialéctica clásica y nueva dialéctica.

La nueva dialéctica es una forma de conocimiento de sí mismo y del entorno que permite, a quien haga uso de él, entrar en una dimensión del saber que cierra la brecha entre el observador y el observado. Esto significa que el objeto es observado como indivisible de un todo del que el observador hace también parte. La nueva dialéctica lejos de escindir al hombre o a la mujer de su entorno, y de convertir al mundo en un objeto desconocido y por lo tanto cognoscente, propone generar la conciencia de que el sujeto está en relación horizontal con sus semejantes y el mundo. Así cuando transforma y conoce su entorno es transformado por él. Todas las cosas están ligadas íntimamente dado el carácter material del pensamiento, de la sociedad y de la naturaleza. El pensamiento y naturaleza son considerados como procesos de producción análogos y simultáneos. No hay un substrato al cual el pensamiento pueda acceder en la naturaleza, ni hay posibilidad de rebelar una razón en la naturaleza. En este sentido la nueva dialéctica no estaría ligada a un programa racional en el que el pensamiento se refleja en naturaleza como en un telón de fondo. El pensamiento ligado a un programa racional busca afirmarse en el mundo, confirmando un orden racional en la naturaleza. La nueva dialéctica estaría por el contrario, ligada a idea de que pensamiento y naturaleza son dos procesos análogos, es decir, a la idea de que hay productos del pensamiento como productos de la naturaleza, diferentes en cuanto a su realidad pero similares en la medida en que hacen parte de una misma totalidad.

El modo de operar que tiene la dialéctica clásica niega el cambio y el devenir, porque para ella la labor del conocimiento es simplemente descubrir un orden racional en la naturaleza. El acto de pensar dentro de la lógica de la dialéctica clásica se reduce a confirmar las creencias y presupuestos que están en la base de cultura, dentro de uno de tantos ordenes posibles en el mundo. Desde esta perspectiva todo lo nuevo, lo desconocido, ajeno al pensamiento, es negado; el azar como potencia transformadora es relegado al terreno de lo negativo. El ser, para la dialéctica clásica, es lo que no puede sino ser reconocido por el pensamiento. Lo que es, el ser, es lo que permanece a los cambios, el ser se expresa en el mundo en el ajuste del mundo conforme a la razón. Este camino según los teóricos de la razón que va de Descartes a Hegel conduce a la libertad. Ahora bien, este tortuoso camino niega las fuerzas creadoras de la vida, el instinto, los sentimientos, pasiones, los sentidos. Gracias a los instintos y no a la razón somos uno con la naturaleza. El instinto es fuerza al igual que las leyes que rigen la naturaleza, todo en la naturaleza es acción, al igual que el instinto. El instinto no es conciente de si mismo, la naturaleza y el instinto no saben de bien y mal. La razón por el contrario es pensamiento que se sabe a si mismo. No es acción sino reflexión, mide la fuerza, la pesa, le da un valor conforme a sus fines. El fin de la razón es la libertad entendida como la emancipación del sujeto de las fuerzas de la naturaleza y del instinto. En este punto vale la pena preguntarnos si hoy en día estas ideas de libertad y razón están a la altura de los desafíos que la vida le impone al pensamiento, a saber, unir lo que la razón ha desunido.

La dialéctica clásica al escindir el pensamiento y el mundo fundamenta la relación del conocimiento en la dominación, esto es, la imposición del concepto de la razón sobre el mundo. Este modelo de conocimiento relaciona las cosas desde una sola perspectiva, la cual es verdadera en la medida en que corresponde a la confirmación de un presupuesto: todo lo racional es real, todo lo real es racional. La idea de que la verdad es una convención es ajena a la dialéctica clásica, al igual que la idea de que el orden es relativo al espectador y la idea que dice que todo conocimiento corresponde a una perspectiva. Por el contrario para la nueva dialéctica la verdad es producto de la intersubjetividad, es una imagen que se levanta por el choque entre dos o más perspectivas, la verdad para ella es una síntesis entre opuestos.

Para la nueva dialéctica conocer es un acto de fuerza, pero la relación entre fuerzas no debe estar determinada por una ley preexistente al conflicto. La nueva dialéctica no niega ninguna fuerza de antemano. Por medio de la razón se niega la fuerza en la dialéctica clásica. La nueva dialéctica afirma la diferencia pero niega la negación. Así el pensamiento en el método dialéctico es potencia de cambio, creación de realidad; la naturaleza análogamente es transformación de fuerzas y la sociedad es el lugar de las contradicciones entre perspectivas particulares que se forman del encuentro del pensamiento con la naturaleza. La sociedad es el lugar donde se produce la cultura.

La aplicación de la dialéctica clásica he generado una cultura del maltrato pues las redes de interrelación social se han sustentado en la dominación y la sumisión. Aquí el papel del pensamiento no es el de producir modelos de interrelación social sino el de reproducir un modelo que sustenta su autoridad en el pasado. Lo viejo niega a lo nuevo y lo incorpora a sí mismo en el transcurso de la razón en mundo, lo viejo inscribe a lo nuevo en el tiempo lineal hacía un incierto mundo gobernado por la razón. La idea de un mundo liberado por la razón, la negación del presente, la incorporación del presente al pasado, la promesa de una libertad futura por medio del sometimiento en el presente, han dominado el imaginario colectivo por más de tres siglos. Un ejemplo de ello es el sometimiento del deseo a las condiciones económicas, la búsqueda de la felicidad en el consumo, el sobrevaluado valor al trabajo y la devaluación del ocio; el temor a lo desconocido, la negación de la diferencia mediante el sometimiento y la sumisión. Ser moderno hoy en día es saberse un producto del progreso en el tiempo, saberse en la cima del camino recorrido por la razón. Por ello cada vez la dominación y el maltrato se han hecho más comunes, pues se incurre en esas prácticas apelando al bien de los tiempos futuros donde se eliminaran todas las diferencias. Negar el instinto en los niños y las niñas, la voluptuosidad en la mujer, el ocio implicado en toda práctica de sí, se ha convertido en una afirmación de la razón en el mundo, en el dominio de la naturaleza y el camino a la libertad. La negación de la diferencia ha llevado a la reproducción de la violencia y al surgimiento de cada vez más movimientos de reacción más que de acción frente al modelo y las leyes surgidas de la dialéctica clásica. La nueva dialéctica es una tentativa de transformar la cultura de la dominación y el maltrato en una cultura de paz, una cultura que aunque busca la inclusión no niega la diferencia.

La nueva dialéctica presenta tres momentos: La contemplación, el análisis y la síntesis. Cada momento esta ligado a una dimensión del conocimiento en el todo y a una regla que responde a lo que es propio de sus procesos. La dimensión en la que opera la contemplación es la de la naturaleza; la del análisis en la sociedad y finalmente la de la síntesis en el pensamiento. Por otra parte, la naturaleza responde a la ley de los cambios cuantitativos en cualitativos y viceversa; la sociedad responde a la ley de la unidad y la lucha de contrarios y el pensamiento responde a la ley de la negación de la negación. Lo que diferencia a una dimensión de otra no son grados metafísicos ni de realidad, el pensamiento no es más real que la naturaleza ni responde a un mundo superior al que nos afecta los sentidos inmediatos. La diferencias son más de densidad y de composición, de velocidad y de retardo. Hay una diferencia gradual entre la forma que vibra la naturaleza y el pensamiento, sin embargo comparten la misma frecuencia. De no ser así no la podríamos percibir. No obstante la ciencia y la filosofía modernas se han encargado de crear interferencia en esta frecuencia común en una tentativa de igualar los grados de vibración de la naturaleza a la del pensamiento. Esto ha dado como resultado una imagen antropomórfica del mundo y ha reducido la posibilidad de experimentar al mundo y a nuestros semejantes como presencias. La dialéctica clásica opera de esta manera. De manera distinta opera el método aquí propuesto. No se trata de igualar a la naturaleza al nivel del pensamiento negando todo aquello que no responda a sus presupuestos, sino de integrar al pensamiento y a la naturaleza en una unidad de contrarios. No se trata de levantar una imagen del mundo como una totalización del pensamiento, sino de mantener la interacción del pensamiento y de la naturaleza como un todo abierto, como un campo morfogenético o plano de inmanencia.


1.2. La nueva dialéctica

Se ha planteado que la nueva dialéctica es un método de conocimiento que tiene tres momentos. En principio se trata de dejar de ver los fenómenos como algo aislado para considerarlos en sus relaciones, la contemplación implica esta mirada. La naturaleza muestra que todas las cosas están relacionadas entre sí, todos los productos están en constante unión. Ya desde la antigüedad ha mostrado que la cualidad de la naturaleza es el cambio, no en vano una de las primeras cuestiones que fundaron nuestra civilización fue la pregunta que es aquello que permanece a los cambios a la naturaleza. Las respuestas llevaron a los antiguos a abstraer en un ejercicio interpretativo elementos primordiales. La tierra, el aire, el fuego, el agua, debían ser el sustrato de la naturaleza. Sin embargo desde Tales hasta Parmenides siempre se afirmó que incluso los elementos estaban sujetos a la transformación de unos en los otros. Aire en agua, tierra en fuego, Aire en fuego, etc. Fue Heráclito el más radical de los filósofos al afirmar que lo que permanece en la naturaleza es el cambio. No demoraría sino un siglo en aparecer la escisión en el mundo con la figura de Sócrates, quien propuso que la verdad y la virtud eran capaces de hacer inteligible lo inentilegible, es decir, develar lo permanente en todo cambio. Podemos denominar este el primer momento de la dialéctica clásica. Esta imagen influenciaría a Platón y Aristóteles a levantar una imagen puramente intelectual del mundo en oposición al mundo cambiante. La virtud no sería sino una forma de buscar lo como deseable lo más similar al mundo ideal y como despreciable lo menos parecido. La virtud sería la igualdad y lo despreciable la diferencia. Aristóteles se empecinaría en buscar el ser en cuanto ser más allá de los accidentes, y en oponer la materia al nous. En estos, los tres primeros grandes filósofos se generaría la oposición entre el mundo verdadero y el aparente.

No obstante, la oposición a los preplatónicos, nunca ha sido contundente, los sofistas y más adelante los atomistas y estoicos mantuvieron la aseveración de que lo único permanente es el cambio. Pensar el movimiento siempre ha sido una constante en la historia del pensamiento pero la historia moderna ha destacado las filosofías que encauzan el movimiento en el camino de una causa material a una causa final, herencia de Aristóteles. Por otra parte la influencia de las ideas cristianas de redención y salvación y la noción del pecado orginal en la modernidad han contribuido a que todo cambio debe estar soportado por una teleología, es decir de una causa final, en este caso la salvación. Gracias al cristianismo la dialéctica clásica se hace negativa, la penitencia se hace motor para acceder a un mundo mejor que este. Por otra parte, la imagen de un Dios hecho hombre, muerto y resucitado, esto es, la caída a este mundo y elevación de un Dios a su reino, terminan de crear conciencia de un más allá que contradice este mundo. Más adelante la Reforma protestante, la Revolución francesa, la Ilustración y el idealismo alemán, configurarían la dialéctica clásica en lo que es hoy: el anhelo de convertir este mundo en racional. Con la Reforma protestante, la razón humana se diviniza, con la ilustración la razón se convierte en el factor que elimina las contradicciones de la historia y con la revolución francesa la razón se hace un ideal realizable para todos. Las ideas de igualdad, libertad, fraternidad se convierten en la finalidad de la razón y todo aquello que no responda a esos ideales es un factor negativo.

Como se ha tratado de ilustrar desde la perspectiva de la dialéctica clásica, el cambio, es puramente cualitativo, aunque hay transformaciones en el pensamiento se mantiene la misma cualidad: la negación del presente.. Para la dialéctica clásica las formas de hacer el mundo verdadero se han mantenido cambiando únicamente las formas de denominar lo que permanece, en los antiguos es la idea, en los medievales es Dios, en los modernos es la razón. No obstante en la segunda mitad del siglo XIX se empieza a formar la tentativa de dar un salto cuantitativo, cuando la ciencia, la filosofía y el arte evidencian la crisis de los modelos de representación o de las ideas rectoras del progreso en la historia. Los modelos racionales se ven afectados por la emergencia de nuevas formas de producción de realidad provocadas con el advenimiento de la revolución industrial. Con el capitalismo las relaciones entre las personas cambian, la facilidad que da el dinero para adquirir productos crea nuevos anhelos y esperanzas, la libertad que da el dinero procurarse bienestar y tranquilidad pone en cuestión la idea de un mundo mejor más allá de éste. Sin embargo se someten todas las actividades humanas a mantener estas condiciones en aras de que un día el bienestar llegará para todos y cada uno de los presentes en este mundo. El bienestar que promete el capitalismo no es un cambio cuantitativo. De nuevo el sometimiento del deseo a las condiciones económicas supera cualquier tentativa de lograr una analogía del pensamiento con la naturaleza, la liberación de las fuerzas creativas que convivan en su diversidad. El capitalismo homogeniza el tiempo por medio de la organización del trabajo y resalta las relaciones de dominio y sumisión implícitas en la dialéctica clásica.

La nueva dialéctica quiere dar un salto cualitativo y por eso se rehusa a dividir el mundo en verdadero y aparente, afirma el cambio y la transformación como lo único que permanece, de este modo niega los modelos que pretenden perpetuarse. Toda tentativa de perpetuación puede ser traducida como forma de maltrato, pues a su alrededor crea una contranaturalaza que se opone al cambio natural al pensamiento, a la naturaleza y a las sociedades. Aquí cambio no es necesariamente progreso, el progreso implica una finalidad y por lo tanto la perpetuación de una perspectiva sobre las demás. La nueva dialéctica no busca realizarse más allá del tiempo pues en la contemplación ha encontrado que sólo el instante presente es la puerta de la eternidad, pues al afirmar el cambio siempre confluirán aquí y ahora el pasado y el futuro. La dialéctica clásica solo acepta el cambio cualitativo y por ello siempre es la imagen de sí misma con diferentes ropajes. La nueva dialéctica al identificar en la naturaleza las leyes de cambios cuantitativos en cualitativos en la naturaleza al afirmar que lo único permanente es el cambio, permite que no se confunda la cualidad con la propiedad pues muestra que ninguna cualidad se manifiesta independiente de sus relaciones, es decir, toda cualidad esta ligada a una estructura.

Al permitir el salto cuantitativo, la contemplación se dispone al análisis. En la contemplación, primer momento del método dialéctico el pensamiento se crea una imagen de sí mismo, de su extensión, de sus contradicciones y de las fuerzas que lo recorren. No podemos conocer sino por el pensamiento, es decir, mediante la síntesis que hacemos de los datos de los sentidos. Damos cuenta de un olor en la medida en que lo relacionamos con los datos que nos proporcionan los cuatro sentidos restantes. El olor, sabor, color y dureza, son propiedades de un objeto. La suma de ellos es el objeto tal y como se nos presenta al pensamiento. En gran medida, para nosotros los objetos son pensamiento, y el pensamiento el espejo de la naturaleza. Estamos habituados sin embargo a dar crédito de nuestros sentidos a confiar que más allá de los datos que nos dan existe un mundo fuera de nosotros. La nueva dialéctica no duda de los sentidos en la medida que no los considera un reflejo de la naturaleza, sino naturaleza, o para decirlo más rigurosamente materia.

¿Quien ve nuestros pensamientos? Sólo nosotros mismos, sin embargo mediante el lenguaje comunicamos nuestros pensamientos a los otros y llegamos a convenciones respecto a lo que debe ser el mundo. Los resultados de la ciencia son una convención, la metafísica una fábula y el arte lo real. No podemos vivir sin convenciones, fábulas o la imagen de un mundo. Por eso nos causa incomodidad todo lo que perturba nuestras metáforas. Todo lo que amenaza con destruir nuestros sistemas de creencias esta relegado a la negatividad, según la dialéctica clásica. La visión contemplativa por el contrario hace convivir las contradicciones desde el conocimiento perspectivo. Para la nueva dialéctica el conocimiento es perspectivo. Sostiene que la medida de las cosas es otorgada por la perspectiva y que las cosas no tienen un valor dado en sí mismo.

Desde el enfoque de la nueva dialéctica cobra sentido aquel giro crítico que le dio Kant al conocimiento, al convertir la facultad del conocer en un aparato crítico de sí mismo. Antes de preguntarse ¿qué podemos conocer? se propuso a determinar los límites del conocimiento. Hizo de este modo una división entre lo conocido y lo que va más allá de el conocimiento. Sólo podemos conocer por medio de nuestros sentidos, afirmo Kant. Sin embargo mostró que más allá de los sentidos hay “algo” que denominó la cosa en sí. El lugar de la cosa en sí es Dios, según Kant. Por eso mismo afirmo que el objeto de nuestros juicios estéticos es la cosa en sí, pues de allí proviene la libertad y la justicia.

La nueva dialéctica es una herramienta crítica de sí misma a la manera como lo plateo Kant. Sin embargo más allá de convertir la cosa en sí en un límite, la quiere convertir en un medio para ampliar sus propios límites. Si la medida de las cosas esta dado por el objeto, este no puede sino ser un imperativo. Kant encierra el conocimiento en sí mismo de manera que afirma que nada que no este a la medida de nuestros sentidos puede ser objeto de conocimiento. Kant relega el conocimiento a la moral al poner en el lugar de la cosa en sí, a Dios, a la libertad y la justicia. El obrar esta determinado por las acciones buenas, por el obrar conforme al imperativo. La nueva dialéctica se vale del análisis para generar nuevas formas. Esto quiere decir que libera a la cosa en sí para darle paso a lo desconocido. La cosa en sí se hace familiar al darle el lugar de las creencias y de los juicios morales. Pierde toda su potencia creadora. La realidad, se crea no se descubre, para la nueva dialéctica. La realidad sólo puede crearse en el vacío en el encuentro del pensamiento con la materia, en la descarga que produce el encuentro. La realidad se crea según la ley de la unidad de lucha de contrarios. Si a los objetos no le fueran inherentes sus contradicciones no sería posible el cambio y la transformación. Por esto se hace necesario mostrar las contradicciones más allá de los juicios morales. Mostrar que aquello que lamamos Dios, libertad y justicia, no es otra cosa que la vida. Desde esta perspectiva las cosas son justas e injustas a la vez, todo depende de la perspectiva desde la cual se le mire.


El que a través de la crítica se haga manifiesto que las contradicciones son inherentes a nuestros juicios que tenemos del mundo, nos lleva al ámbito de la síntesis. La negación de la negación, esto es la afirmación de la negatividad en los contrarios da como resultado nuevas formas de realidad. La dialéctica clásica evita la confrontación por eso niega la diferencia, la hace inexistente en la medida en que no encuentra en ella correspondencia a sus presupuestos. La nueva dialéctica por su parte le da al enemigo reconocimiento, por decirlo en términos de confrontación. Si no hay un rival, otro, un desconocido no aprendemos nada nuevo y la creación es dejada de lado. La síntesis abriga el nuevo conocimiento, elevando lo negativo al rango de lo existente.

Las relaciones de dominio- sumisión, son producto de la dialéctica clásica, en la medida en que esta niega la aparición de lo nuevo. Si bien es cierto que para que algo nuevo pueda expresarse debe tomar como punto de partida lo establecido. Lo nuevo esta en capacidad de desarrollarse más allá de lo conocido, aumentando en cantidad sus propiedades para producir un cambio en lo establecido. El pensamiento debe exigirse más allá de sus límites para crear nuevas conexiones. La dialéctica clásica niega la aparición de lo nuevo mediante la negación, por eso la síntesis se encarga de negar las negaciones en un ejercicio de afirmación radical de la diferencia. Esto se logra abriendo al pensamiento a la vida, acercando el pensamiento al objeto, liberando de imperativos al objeto. El ser no es solamente lo conocido, es decir la escisión entre lo verdadero y lo falso, sino la síntesis de los contrarios, lo posible en el pensamiento y lo posible en la naturaleza. Afirmar las nuevas relaciones es el primer paso para engendrar nuevas realidades, lo demás depende de la fuerza, de la capacidad de cambiar la cualidad de lo viejo por lo nuevo. Por afirmar las diferencias y aceptar el devenir en toda su dimensión. El carácter de la nueva dialéctica es lo trágico, en el sentido en que no niega ni siquiera el peor dolor, ni el momento más triste del pasado. Lo afirma para transfigurarlo en algo mejor a la luz de lo nuevo. En la medida en que no dejamos aflorar nuestras contradicciones seguimos negamos el cambio cualitativo, pues el sufrimiento es condición de la creación.